Mérida.- Fue una noche no para recordar, sino para no olvidar; de las más importantes en lo que va de este siglo en el boxeo peninsular.
Vimos esa velada, bajo la carpa de un circo (literalmente), la que creemos ha sido, posiblemente, la mejor pelea que hayamos cubierto en este portal, y seguramente, la más intensa.
Y por consiguiente en quien nadie habría apostado un peso en su futuro (salvo su ya apoderado Mario Abraham).
Pero quien tenía que creer en él no era nadie más que él mismo.
Así, Miguel Ángel Berchelt Cervera al que el planeta fútbol no aceptó, se presentó esa noche como boxeador profesional en una arena improvisada de una zona de la Feria X´matkuil 2010 del municipio de Mérida.
Días antes había recorrido los 310 kilómetros de distancia entre su natal Cancún traído en un carro conducido por un monigote impresentable del submundo boxístico.
LLEGÓ CON SOLO 500 PESOS
Con ese dinero podía regresarse al aún entonces (ahora ya no solo asolado por criminales, sino por sus pares “feministas”) “Edén Caribeño” si en Mérida no hallaba el sueño yucateco.
Un sueño que sacó de su cabeza e hizo realidad con su talento, facultades y, sobre todo, determinación.
Sabía a que vino a Mérida y finalmente lo consiguió.
Tras una muy buena carrera amateur que lo llevó a ser campeón nacional, Berchelt supo de una especie de scouteo en Cancún por parte de la empresa yucateca Max Boxing.
El púgil que iba a ser observado no era él, sino otro, y “oliendo” la oportunidad se coló al scouteo, donde le tocó hacer guantes con el prospecto candidato a venir a Mérida.
Berchelt, sabiéndose superior hizo, no lo más ético, pero sí lo que debió para sustraerse de la vida no mala, pero sí de muchas limitaciones materiales y ocupar el asiento de ese carro con destino a Mérida.
El jovencito de 18 años, ya mayor de edad y sin opciones para seguir en el amateurismo, como sucede a prácticamente todos los púgiles del sur de México, a pesar de las facultades que puedan tener, no pudo ser profeta en su tierra.
EL DESTINO SEÑALABA HACIA MÉRIDA
Esperó un llamado del promotor local, José Alberto “Pepe” Gómez, y aunque hubo por allá algún escarceo, lo que no llegó fue una propuesta concreta.
Fue una premonición confirmatoria de que si quería ser profeta, como en el pasaje bíblico que puso a Jesús al borde de un despeñadero por sus propios coterráneos, tendría que predicar, no en Cafarnaúm, pero sí en suelo ajeno.
Y así, llegó a vivir en las modestas, aunque legendarias instalaciones del Gimnasio San Francisco de Asís, con incertidumbre, quizás miedo, pero echado para adelante.
OTRO FIGURABA COMO LA FUTURA ESTRELLA
Días antes fue presentado en una rueda de prensa en un casino de Mérida, donde quien se llevó las fotos y los augurios fue un peso medio tabasqueño.
Se trató de Mauricio “Mole” Pérez, un verdadero destructor, pero que terminó destruyendo su futuro con su conducta que lo llevó un día sí, y otro también a la cárcel.
Y así, esa noche del 17 de noviembre, justo cuando cumplía 19 años (nació el 17 de noviembre de 1991) subió a la tarima para enfrentar a Armín Chan, al que no le dio propiamente una paliza, pero sí lo sometió en 86 segundos.
Nuestro buen amigo Mario “Bigotes” Mena fue el primero en levantar la mano de quien sería la máxima figura del boxeo peninsular en lo que va del Siglo XXI.
“Guty” jr. lo ha sido, con una dimensión más discreta, del yucateco.
Fue una relampagueante, aunque no impresionante (aún) demostración de “Miguelito Kid”, que con sus brazos, como molinos de viento, superó y acorraló en las cuerdas, al chamaco “Chan”, para forzar la detención de la pelea.
PELEA DE DEMENTES
Lo que sí fue impresionante fue la magnífica, exaltante pelea de minutos después entre el “Bad Boy” y Macías, que acumularon tres caídas en el transcurso de esa efervescente pelea (dos para Mario y una para el “Bad Boy).
Fue tan volcánica esa pelea, que en las gradas, Marco Antonio Barrera hacía, emocionado, sombra sobre las gradas (él representaba a Macías) y el promotor Fernando Beltrán se desgañitaba llevándose las manos al cabello, mientras su compadre, socio y promotor de la velada, Mario Abraham Xacur aplaudía sonriente de pie.
Una “Real Orgía de Madrazos”, una apología descarnada a la violencia en la que la saliva, sudor y sangre de ambos guerreros volaban de un lado a otro generando una atmósfera, amalgama de exasperación, paroxismo y alegría por el espectáculo que la mayoría de los presentes jamás había visto y que jamás soñó con experimentar.
A la altura del sexto o séptimo asalto, el pleito estaba tan tórrido que una decisión del bien recordado réferi Jesús Manuel “Chichonal” Erosa, de descontar un punto (nos parece que a Macías), ocasionó que su manejador, Jorge Barrera (hermano de Marco Antonio) subiera al ring a reclamarle gritándole y hasta queriendo agredirle.
“Chicho” no se dejó y lo corrió de la superficie, ensangrentada, donde la pelea concluyó momentos después con una serie de al menos siete u ocho golpes plenos de Rosas a la cabeza de Macías, que ameritaban la detención del pleito, concluido finalmente por la campana.
La decisión y la noche se la llevó el “Bad Boy”, pero la velada dejó como su mejor herencia el advenimiento de un muchachito que 10 años después es uno de los puntales del boxeo mexicano.
Felices 10 años de boxeador profesional Miguel Ángel Berchelt Cervera.