Mérida.- Fue hace 20 años, en horas de la madrugada (tiempo mexicano), cuando una mexiquense, bajo la supervisión de un yucateco, le dio a México su primera medalla de oro, ganada por una mujer.
Era el 18 de septiembre de 2000, cuando Soraya Jiménez Mendívil ganó en el Centro de Convenciones y Exhibiciones de Sydney la primera presea áurea para México, desde 1984.
Fue una de las primeras mujeres que ganó medalla olímpica, y de oro en halterofilia, luego de que el Comité Olímpico Internacional validó la participación de las féminas en Juegos Olímpicos en el año 1997.
Tenía apenas 23 años y a esa temprana edad, casi una adolescente, alcanzó la perpetuidad que mantendrá siempre el recuerdo de su corta existencia física.
La nacida en Naucalpan, Estado de México el 5 de agosto de 1977, logró el primer lugar en el último levantamiento de la competencia para acumular un total de 222.5 kg soportados.
Así, venció a la competidora favorita, la norcoreana Ri Song Hui, ganando también el primer oro para México.
Un oro que no llegaba desde los dos obtenidos por Ernesto Canto y Raúl González, en 1984.
Fue, su medalla, el logro que justificó, validó y le dio trascendencia a la presencia y labor del hombre halterofilia de México, el yucateco, sr. Don Víctor Alayola Rosas (quepd), en la presidencia de la Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas (FMLP).
Su llegada al podio olímpico y el derecho de escuchar su himno no fueron fáciles, como tampoco lo fue su vida.
DESDE TEMPRANA EDAD
Hija del contador público, José Luis Jiménez y de la señora María Dolores Mendívil, Soraya se inició en el deporte a muy temprana edad.
En esos primeros años, comenzó a jugar básquetbol en la primaria, junto a su hermana gemela Magali Jiménez.
El talento de ambas las llevó a ser seleccionadas infantiles y, posteriormente, juveniles en este deporte.
Luego de también probar suerte en otros deportes como el bádminton y natación, entre los 11 y 14 años, Jiménez descubrió su gusto por la halterofilia.
Así, comenzó a integrarse de lleno a este deporte guiada por sus profesores, quienes vieron potencial en ella y en su capacidad para soportar grandes pesos.
No lo dudaron y la inscribieron en diversos torneos en los que Soraya comenzó a destacar cada vez más en la halterofilia nacional.
Su primer título internacional lo consiguió a los 16 años con un tercer lugar en la copa de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe (Norceca) de Colorado Springs, Estados Unidos en la categoría de 54 kilos.
En esa competencia, logró levantar 120 kilogramos totales, ganando la atención internacional, aunque sin pensar en logros exponenciales.
Ello, por la falta de aval para la competencia femenina en los Juegos Olímpicos, lo que acabaría cuatro años después.
DESCUIDO EN MÉRIDA
Para esas épocas, en Mérida, en un descuido, durante un entrenamiento en el Polifórum Zamná, sufrió una severa lesión en la rodilla derecha.
La para entonces jovencita tenía el pie derecho sobre una silla, que súbitamente se deslizó, dejándola fuera de balance y causándole una lesión en esa articulación.
El imprevisto ameritó incluso una cirugía, que sería la primera de muchas que tendría, a partir de entonces.
En 1996 consiguió su primer triunfo en una competencia internacional, al conquistar el oro en el Torneo Simón Bolívar en Carúpano, Venezuela.
Un total de 170 kilos le dieron el oro, implantando, además, el récord mexicano.
Posteriormente, conquistó la Olimpiada Juvenil, los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1998, obtuvo plata en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en 1999.
También participó en muchas otras competencias internacionales lo que le permitió calificarse a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.
TOBOGÁN DE INFORTUNIO
Tras el oro olímpico y el aluvión de fama, mas no de dinero que la bañó, su carrera, gradualmente vino a menos, a causa de lesiones.
Pero principalmente por el daño anímico que farsantes y “farsantas” del deporte le ocasionaron.
Esta gente, de mala ralea y sin escrúpulos, la usó para fines políticos y obtener dinero a su nombre, sin dárselo y herir su dignidad.
Tiempos difíciles para ella vinieron, por errores que todos, o al menos una muy buena parte de la gente comete y que fueron magnificados por el tipo de personalidad que era.
Severos problemas de salud, operaciones, paros cardíacos e incluso la extirpación de un pulmón la golpearon severamente. Nunca nadie la ayudó
Murió el 28 de marzo de 2013, víctima de un paro cardíaco súbito, que puso fin a su existencia apenas a los 35 años.
Casualmente, otro medallista mexicano de Sydney, el también bien recordado marchista Noe Hernández, murió apenas dos meses antes.
El ganador de la plata en la caminata de 20 km. fue víctima de las lesiones que le dejó un ataque armado.
Hoy recordamos a Soraya Jiménez Mendívil con una mezcla de agradecimiento, nostalgia y coraje por su difícil transición.
Y también por el abandono del que fue víctima de aquellos que estaban obligados a protegerla y enaltecerla.