Buenos Aires.- Cuando el histórico boxeo argentino no terminaba de reponerse de la muerte del ex campeón mundial súperwelter, Miguel Ángel Castellini, este día sufrió otro fortísimo golpe al confirmarse la del legendario Juan Domingo “Martillo” Roldán.
Como Castellini, Roldán murió esta mañana en la provincia de Córdoba y aunque no fue campeón del mundo como aquél, sí quizás tuvo mayor proyección y fama.
La COVID-19 les aplicó “el último nócaut”.
Buen boxeador, aunque tampoco nada del otro mundo en lo técnico, Roldán tuvo, empero cualidades físicas que se dan entre muy pocos.
Tenía el fenotipo clásico con el que identificamos al boxeador argentino allende las fronteras de esa gran nación.
No muy alto, pero compacto, de espaldas anchas y pecho amplio, brazos no kilométricos, pero sí sólidos y musculosos, mandíbula prominente. Como unos tanques de guerra.
Fuerte, muy fuerte, y también, en su caso particular, con una pegada de las más sólidas en su división en todo el mundo en su mejor época. Roldán golpeaba, como su apodo lo refería, como un “Martillo”.
Y quien así lo sintió y que por ello mismo “gracias” a él “besó la lona” por única ocasión en su más que estelar carrera, fue Marvin Hagler.
OTRO AHIJADO DEL GRAN “TITO LECTOURE”
Sucedió en 1984, cuando el gran Juan Carlos Lectoure (+) (el más grande promotor sudamericano de la historia) le consiguió la ansiada por todo boxeador, pelea por el campeonato mundial en la ya para entonces Meca Mundial del Boxeo, Las Vegas.
Hubo muchos que dijeron que fue más empellón a la cabeza que golpe, que Hagler estaba mal parado, pero el hecho es que hubo contacto y que el moreno de fiera presencia se fue de boca a la lona.
No lastimado, pero sí herido en su orgullo, Hagler se levantó y soportó el ataque de el oriundo de Freyre , provincia de Córdoba.
Así, poco a poco fue manejándolo, hasta que logró someterlo en el décimo episodio, cuando tenía una ventaja inobjetable unánime en las tarjetas.
Fue la única caída en la carrera del oriundo de New Jersey, de quien está por demás abundar en lo inmenso que fue.
Roldán tuvo otras dos oportunidades por el título del mundo, pero le tocó competir (como habría sido en cualquier época) con lo mejor de lo mejor de su tiempo, pero que también habrían sido fieras entre fieras en cualquier época del boxeo.
Evasiva, la corona de los medianos nunca pudo llegar a sus sienes, pero el reconocimiento y el prestigio, lo siguieron hasta el último de sus días terrenales: hoy.
Y acompañarán eternamente a la evocación de su nombre.
LA TERCERA NO FUE LA VENCIDA Y PREFIRIÓ EL ARADO QUE EL BOXEO
Allá se dedicó a la agricultura arando el suelo en el que alguna vez trabajó como campesino empleado y que gracias al boxeo convirtió en suyo.
Y, claro, también se dedicó al buen vivir, comiendo todo lo que el boxeo le impidió por más de 10 años (su carrera profesional fue de 1978 a 1988, y la amateur algún tiempo más) y sin rutinas físicas extenuantes.
Así estuvo hasta que la COVID-19 lo sorprendió hace unos días y hoy, esta mañana, tras haberse agravado a finales de la semana pasada, le contó los 10 últimos segundos.
Su récord fue de 74 peleas, 67 de ellas ganadas con 47 kos, cinco derrotas y dos empates, o sea, un ritmo de casi ocho peleas por año, nada que ver con los tiempos actuales.
Así es el boxeo argentino de peleas frecuentes, a diferencia de la mayor parte del mundo, donde, si acaso, los púgiles combaten tres o cuatro veces.
Que Descanse en Paz, arando por siempre las pampas celestiales y sonriendo a la evocación de su nombre, el gran Juan Domingo “Martillo” Roldán (1957-1963).