Mérida.- Una noche de suspiros por millares en el viejo estadio (para entonces aún no tanto) de Chávez Ravine y de decenas de millones, a través de la TV, terminó con la precisa y oportuna intervención de Juan Samuel, para sacar en doble play los outs 26 y 27 del juego que acercó aún más a la inmortalidad a Fernando Valenzuela.
Esa noche del 29 de junio de 1990, el emblema del equipo más mexicano del béisbol estadounidense logró, por fin, 10 años después haber llegado al equipo que lo recibió en la recta final de la campaña de 1980, a virtualmente lo único que le faltaba con los Dodgers de Los Ángeles: un juego sin hit ni carrera, lanzado todo por él mismo.
Fue una noche mágica, no sólo para los Dodgers, sino para el beísbol de toda las mayores, y no porque el icónico sonorense lanzara el sin hit, sino porque en otro parque era lanzado en la misma jornada un sin hit ni carrera.
TAMBIÉN EN TORONTO
El otro héroe, por cierto, un ex dodger, Dave Stewart, hacía lo propio con los Atléticos de Oakland en Toronto, contra los Azulejos de casa.
Aquél 29 de junio de 1990, Valenzuela dejó su marca ante los Cardenales de San Luis.
Durante la temporada de 1988, misma en la que los Dodgers ganaron su último título de Serie Mundial ante Oakland, Valenzuela sólo pudo lanzar 23 encuentros, la mayoria de abril a julio, debido a una lesión en el brazo de lanzar.
Un año más tarde regresó, y aunque terminó la temporada con porcentaje de ganados y perdidos negativo (.435), recuperó el ritmo que perdió.
El 29 de junio, apenas en la primera entrada, la posibilidad de un juego perfecto se vio opacada ya que el jardinero izquierdo Kirk Gibson erró en un elevado a su pradera.
Sin embargo, el juego transcurrió y en la séptima entrada, el mexicano concedió dos boletos consecutivos a su ex compañero Pedro Guerrero y Todd Zeile, quienes se quedaron varados en las almohadillas.
Un pasaporte más en la novena entrada parecía poner en peligro la hazaña del mexicano.
Incluso, el último batazo del juego, mismo que “El Toro” desvía con el guante, le robó la respiración a los aficionados por la posibilidad de que el desvío le costara el hit.
Pero atrás, en la defensa apareció el segunda base Samuel, tocó la base y disparó a primera para conseguir el doble play, el final del juego.
Tiempo después, Valenzuela rememoró momentos muy exactos de ese juego:
“Recuerdo ir directo con Mike Scioscia, quien era el catcher, y decirle ‘Lo logramos’”, dijo el pitcher mexicano con más triunfos en Grandes Ligas.
30 años después, recordamos la hazaña con emoción y, sobre todo, añoranza.