Ciudad del Carmen.- Nelson Barrera Romellón cumplió hoy 18 años de haber trascendido del mundo en el que fue el máximo referente deportivo de su estado y de su querida isla, a un nuevo plano desde el que quizás nos ve y nos escucha extrañarlo y recordar sus hazañas, las mejores, sin duda con los Diablos Rojos del México y los Tomateros de Culiacán.
Ese día, departía con su familia en una terraza del segundo piso de su casa y un toldo empujado por el viento hacia un cable de alta tensión contactó esa línea.
El toletero estaba parado a un lado, pero junto a agua derramada que al hacer contacto con el cable lo fulminó.
Así, causó la tragedia y la muerte del que era, a la sazón, director del Instituto de la Juventud y el Deporte del Estado de Campeche (Injudecam).
EPICENTRO DE UN SISMO PELOTERIL
El fraccionamiento Flor de Limón de la capital campechana fue el epicentro de la que creemos fue la tragedia más grande del deporte mexicano en ese año.
Las “ondas” de ese “sismo“ derrumbaron las fibras más sensibles del béisbol nacional.
Nelson Barrera Romellón es aún dueño del récord de más jonrones en la Liga Mexicana de Béisbol, con 455 en 26 campañas.
Al final de su trayecto, logrró suuperar apenas por dos al enorme chihuahuense, Héctor Espino.
Militó con cuatro equipos, iniciando con los Tecolotes de Nuevo Laredo, para seguir con los Diablos Rojos del México.
Siguió con los Guerreros de Oaxaca, a los que hizo campeones y con los Piratas de su querido Campeche.
Con los bucaneros tuvo or fin contacto constante con su gente al jugar tres temporadas: 1992, 1993, 1994.
Asimismo, parte de 2002 como mánager-jugador en 18 duelos con 6-12 en triunfos y derrotas respectivamente.
Tuvo la suerte de ver que su nombre le fuera puesto el 22 de marzo de 2001 al remozado estadio de los Piratas de Campeche.
“Coqueteó“ con las Grandes Ligas, a donde se quedó a un solo paso de llegar en la pretemporada de 1985.
El peso espcífico del titular indiscutible Buddy Bell fue demasiado para él y clave para que los Medias Blancas de Chicago lo desaprovecharon.
Reconocemos que sería aventurado afirmar que Nelson hubiera sido una estrella en el “Gran Circo”.
Sin embargo, lo que sí es seguro es que tenía la capacidad defensiva y sobre todo ofensiva para hacer un papel, al menos, decoroso.
Tras su multitudinario sepelio, antecedido por un funeral en el parque que lleva su nombre, su leyenda ha permanecido.
Una leyenda que prevalece entre todos nosotros, que no es que lo recordemos, sino que nos negamos a olvidarlo.
Qué Dios siga vigilando tu curso en el navío celestial querido “Almirante“.