Mérida.- Nadie podría imaginar a un Pete Rose de 80 años, distante, alejado de esa imagen de dínamo, de fuerza desatada de la naturaleza, jugando béisbol.
Quizás ya con un bastón y no con un bat.
Su incesante intención de hacer daño al rival con el bat y su desbocada, loca manera de correr las bases para anotar siguen dando vueltas al lunetario de la imaginación de millones y millones que lo vimos y disfrutamos jugar.
Pues bien, el tiempo, que a nadie perdona, pero que a muchos también premia, le ha permitido al más grande símbolo vivo del béisbol llegar a los ocho decenios de existencia.
Peter Edward Rose, o “Charlie Hustle”, como era conocido en el ámbito interno del béisbol, nació en un día como hoy, pero de 1941 en Cincinnati, Ohio.
Fue uno de los cuatro hijos de Harry Francis “Pete” y LaVerne Rose. De niño, integró la orden juvenil de liderazgo de DeMolay, donde, quizás, se gestó su espíritu de líder y sus padres lo alentaron a participar en deportes.
Jugó béisbol y fútbol americano en la Western Hills High School y aunque era pequeño para su edad, se ganó la posición de corredor titular en su equipo de fútbol de primer año.
Cuando no fue ascendido al equipo de fútbol universitario en su segundo año, Rose se sintió abatido y pronto perdió el interés en sus estudios.
Al final del año escolar, sus maestros dispusieron que tendría que asistir a la escuela de verano o sería retenido.
Su padre decidió que sería mejor para Pete repetir un año de escuela que perderse un verano jugando béisbol.
También le daría a Pete un año más para madurar físicamente. Cuando Rose llegó a su último año, había agotado sus cuatro años de elegibilidad deportiva.
Así, en la primavera de 1960 se unió al equipo de Clase AA patrocinado por Frisch’s Big Boy of Lebanon, Ohio , en la Dayton Amateur League.
Jugó como cátcher, segunda base, parador corto y compiló un promedio de bateo de .626.
Este habría sido el pináculo de la carrera de béisbol de Rose si no fuera por la ayuda de su tío Buddy Bloebaum, un cazatalentos de los Rojos de Cincinnati, que defendió el caso de su sobrino.
Los Rojos, que recientemente habían intercambiado varios prospectos que resultaron ser muy buenos, decidieron arriesgarse con Pete.
Tras su graduación de la escuela secundaria, Rose firmó un contrato profesional, el primero de una larga, fructífera carrera.
Durante un juego de entrenamiento de primavera contra los Medias Blancas de Chicago en 1963, el segunda base habitual de los Rojos, Don Blasingame, se lastimó un músculo de la ingle; Rose tuvo su oportunidad y la aprovechó al máximo.
Durante otro juego de entrenamiento de primavera contra los Yanquis de Nueva York , Whitey Ford le dio el apodo burlón de “Charlie Hustle” después de que Rose corrió a la primera base tras recibir cuatro bolas malas.
A pesar de (o quizás debido a) la forma en que Ford lo pretendía, Rose adoptó ese apodo como una insignia de honor.
En el documental de Ken Burns Baseball , el compañero de equipo de Ford (y mejor amigo) Mickey Mantle afirmó que Ford le dio a Rose el apodo después de que Rose, jugando en el jardín izquierdo, hizo un esfuerzo denodado por escalar la cerca para intentar atrapar un jonrón de Mantle que era aproximadamente un cien pies por encima de su cabeza.
Según Mantle, cuando regresó al dugout, Ford dijo: “Oye, Mick, ¿viste al viejo Charley Hustle tratando de atrapar esa pelota?”.
Rose hizo su debut en las Grandes Ligas el 8 de abril de 1963 , contra los Piratas de Pittsburgh en Crosley Field , y recibió un boleto en su primera aparición en el plato.
Después de irse en blanco en 11 turnos y ya con cierta presión encima, Rose bateó su primer hit en Grandes Ligas el 13 de abril. Fue un triple ante Bob Friend de Pittsburgh.
Alcanzó un promedio regular, pero aceptable para ser un novato, de .273 en esa primera temporada y ganó el premio al Novato del Año de la Liga Nacional, obteniendo 17 de 20 votos.
En 1964, su segundo año, Pete Rose se desplomó al final de la temporada y fue enviado a la banca; terminó con un promedio de .269.
Para mejorar su bateo, fue a la Liga de Invierno de Venezuela con los Leones del Caracas, durante la temporada baja de 1964-1965.
Rose regresó en 1965 , liderando la liga en hits (209) y turnos al bate (670), y terminó sexto en la votación al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional.
Fue la primera de sus 10 temporadas con más de 200 hits, y su promedio de bateo de .312 fue el primero de nueve temporadas consecutivas de .300.
Así, poco a poco fue afianzándose en el Gran Circo y convirtiéndose gradual, pero seguramente en una figura, que terminaría siendo un astro de astros.
Pete Rose estableció en 1969 un récord personal en bateo (.348) y empalmó 16 jonrones. Como primer hombre de los Rojos, conectó 218 hits, caminó 88 veces y marcó el ritmo de la liga en carreras con 120 anotadas. Conectó 33 dobles y 11 triples e impulsó 82 carreras.
El muy capaz, pero por encima de todo enjundioso pelotero fue confirmado su presencia en un club, cuyos engranes comenzaban a aceitarse para dar paso poco después a la gran máquina roja dirigida por George Anderson “Sparky”.
Pete Rose no era propiamente un engrane, sino un pistón que marcaba el paso de esa máquina pujante aceitada con el sudor de gente como Johnny Bench, “Tany” Pérez, Joe Morgan, David Concepción, César Gerónimo, Joe Morgan, entre otros.
Con los Rojos ganó la Serie Mundial de 1975 y 1976 a Boston y Nueva York, respectivamente, y todavía en 1980, ya con Filadelfia, añadió un anillo de campeón mundial.
Pero sus mejores años, su esencia, su impronta, pertenecen, por supuesto, a los Rojos de su tierra natal.
El 11 de septiembre de 1985, 22 años después de su debut, Rose rompió el récord de hits de todos los tiempos de Ty Cobb con su neutral cuatro mil 192, un sencillo al jardín izquierdo-central frente al lanzador de los Padres de San Diego , Eric Show, quien tiempo después moriría de SIDA.
Convertido en mánager jugador (el último que asumió ese doble rol), siguió jugando un año más, hasta que tomó su último turno.
Pete Rose acumuló un total de cuatro mil 256 hits antes de su último turno al bate, un ponche contra Rich Gossage de San Diego, el 17 de agosto de 1986.
Luego vendrían las acusaciones de 1989 que lo vincularon a las apuestas, lo que años después reconoció, asegurando que si bien lo hizo, siendo manager de los Rojos, jamás ocurrió haciéndolo en contra de su propio equipo.
Ello, luego de un acuerdo con el entonces alto Comisionado Bart Giamatti, causó su inelegibilidad como futuro miembro del Salón de la Fama, lo cuál hasta hoy es tema de debate, por lo intenso y cruel, podría decirse, de la medida contra un hombre que es símbolo perenne de cómo debería, siempre, jugarse al béisbol.
Rose sigue sufriendo ese evidentemente fuerte, radical castigo, pero ha tenido apariciones públicas y hasta homenajes en su natal Cincinnati, en espera de que se le haga justicia.
Ojalá Dios lo permita y que Cronos le de licencia de tiempo para que lo vea.