Mérida.- Hizo de sus piernas y de sus brazos un ícono del arte plástico y la excelencia deportiva.
Sea como bailarín callejero en Harlem, ahí, cerca del Teatro Apollo neoyorquino, a unas esquinas del Central Park, donde cometía sus travesuras y sostuvo sus primeras peleas, o bien, en el Madison Square Garden, Walker Smith jr. fue el mejor en todo lo que emprendió…o al menos, en el boxeo.

Jugando con un pequeñín, ya en las postrimerías de su carrera.
Hoy el mundo celebra, o al menos debe hacerlo, los 100 años del nacimiento del mejor boxeador de cualquier época (al menos en nuestra opinión), registrado como Walker Smith jr. y conocido como “Sugar” Ray Robinson.

Con uno de sus más grandes rivales, el enorme Carmen Basilio.
Con un nacimiento no preciso, pues su registro está asentado en Ailey, Georgia, aunque él se decía originario de Detroit, Michigan, fue el último de una familia de cinco personas y el único hijo varón.
Hijo de Walker Smith sr. y de Leila Hurst, tuvo una infancia algo errante al dejar la granja en la que vivía con sus padres en Georgia, para irse a Detroit, donde su padre, quizás agobiado por los problemas económicos y familiares se divorció de su madre y siguió su camino.
Con un futuro comprometido, pero que podía ser bueno, el niño Smith se avocó a que así fuera, pensando en cosas grandes, como ser médico, lo que finalmente no logró emprender por priorizar algo en lo que sí sería no solo grande, sino el mejor que ha existido: boxeador.
Buscó y halló donde:
En Estados Unidos, a diferencia de países latinoamericanos, asiáticos y africanos, para poder boxear, incluso amateur, es necesario tener 16 años y Walker Smith jr. rondaba solo los 14 calendarios.
Así, tuvo que alternar la dura preparación para sus peleas amateur con el hecho de ser esposo y padre a los 16 años, aunque debió divorciarse a los 19.
En total, como amateur, hizo 85 peleas, las que habría ganado todas, con la sospecha de haber perdido una contra un tal Harvey La Calle, pero se presume que esa pelea habría sido del verdadero Ray Robinson, el mismo del que él tomó el nombre para suplantarlo.

Con Lamotta.

Tres “Dioses”: Alí, Robinson y Louis.


En la entrada de su negocio en Nueva York, ante la mirada de un pequeño y fans que lo observaban.

Robinson, Leonard, que como Sugar Ray, no sólo no fue una mala copia suya, sino una casi perfecta, y Alí, payanseando al estilo del de Louisville.

Sin duda alguna, dos de los cinco mejores boxeadores de cualquier época y en el peso que fuere.