Mérida.- ¿Recuerdas Juanito?.
Hace 40 años, con todo en contra y con la confianza en tí solamente de tu apoderado William Abraham, de “Beto” Rivero y de tu propia persona, lograste el cuarto título del mundo para Yucatán (cuando en verdad los eran).
No desaprovechaste la oportunidad que Don William te trajo a tu propia casa, cuando hizo la oferta con la bol$a necesaria para que, como retador opcional, te trajera al campeón del mundo.
Los pronósticos, si bien no eran abrumadores, no eran favorables para que sucedieras a Miguel Canto y a “Guty” Espadas.
Yucatán, en la mejor época de su historia deportiva (ya no digamos boxística), tenía ya dos años sin un campeón del mundo tras la caída de Canto y si bien tenía muy buenos boxeadores, no contaba con uno que alcanzara el nivel de esos dos, o de Freddy Castillo, que había sido monarca minimosca del orbe.
Ibarra, tipo que llegó a Mérida con victorias en su licencia de boxeador, ni más ni menos que sobre gente como Betulio González y Santos Laciar, era claro favorito en la opinión pública generalizada de todo el mundo.
Y decimos de todo el mundo, porque en esa época, a diferencia de la actual, todas las noticias de las peleas de título mundial eran publicadas en todos los medios de entonces, diarios, radio, revistas, televisión y hasta en los noticieros de los cines.
Lo único que apuntaba en favor de Herrera era la relativa ventaja de la localía y la historia, pues ese mismo campeonato, el mosca de la AMB, había sido ganado por un yucateco, compañero suyo de cuadra (“Guty” Espadas) ante otro panameño (Alfonso López)..
Y finalmente, la fecha llegó: 26 de septiembre de 1981, parque de béisbol Carta Clara con un cartel de seis peleas, encabezado por la pelea entre el dos veces campeón del mundo, Luis Ibarra y el retador mexicano, Juan Herrera.
El réferi, de megalujo, el considerado más grande de toda la historia, era Arthur Mercante, quien se presentaba por vez primera en la Península de Yucatán.
Así se fueron hasta el sexto episodio, cuando sintiendo que no avanzaba y que la pelea se le estaba escapando, y en su propia casa, Herrera se fue con todo exponiéndose a los contragolpes del panameño que supo capear, hasta meterse a su terreno corto.
Poco a poco golpeando abajo, incisivo, Herrera mermó al campeón, hasta hacerse dueño de la pelea hacia el noveno episodio y sintiendo que en verdad podía y viendo que el rendimiento del canalero iba hacia abajo, quedando seis rounds (las peleas de título mundial eran a 15 episodios), se lanzó con todo.
Y, así, encima, tirando y golpeando a la cabeza y al cuerpo, Herrera logró su cometido en el décimo primer episodio (no onceavo) al desfondar al de Colón, Panamá con impactos a la zona hepática.
Ibarra no soportó ya la puntilla, y cayó como un fardo en una esquina, con su pantaloncillo obispo y oro, donde recibió los 10 segundos, que pudieron ser 100, del réferi Mercante.
Juanito Herrera, el jovencito tranquilo, con cara de niño bueno, de la Colonia María Luisa, se convirtió, así en el cuarto yucateco en ganar un título del mundo y en el quinto mexicano en lograrlo en la división de los moscas.
Inmediatamente fue levantado por su equipo, con su pantaloncillo negro Everlast y llevado por todo el ring, mientras era solicitado por el insigne comentarista y periodista, Don Antonio Andere Daher y felicitado por su apoderado, William Abraham Dáguer.
Hasta el anunciador de rounds “Mamich” (¿alguien lo recuerda aún?) con su traje blanco de pantalones bombachos, como de la década de los 30´s y moñito negro, casi dio volantines sobre el ring, a pesar de su avanzada edad.
Esa misma noche, el sr. Abraham Dáguer, le llevó a Herrera mariachis hasta su casa, como parte de la felicitación por quien se convertía en el tercer campeón mundial de su trayectoria como apoderado, o mejor dicho, mecenas de boxeadores y del boxeo yucateco.
¡¡Vaya recuerdo de una época que tuvimos la dicha de vivir!!!
Buen peleador yucateco lo recuerdo cuando se fracturo su hombro con el argentino Laciar, de no ser por eso hubiera durado mucho riempo como campeon saludos desde Chiapas