Mérida.- En una gran noche de boxeo, pero con sabor amargo para la afición yucateca, uno de sus dos protagonistas emergentes, Zaíd “Colorado” Rejón probó, por vez primera, el ácido, penetrante sabor de la derrota, al caer vencido y noqueado, de manera contundente e inobjetable por el explosivo e impresionante novato jalisciense Bryan Anco Padilla, en dos rounds.
En lo que fue la pelea semiestelar (estelar para los fans locales) de la magnífica velada presentada por Max Boxing y su socia, Zánfer, Padilla confirmó antes de un minuto de pelea, la presunción de varios, de que era un rival de real peligro para el jovencito de 19 años.
Macizo, fuerte, muy, muy fuerte en apariencia, el joven Padilla demostró sobre el ring que lo era aún más al lanzar sus primeros bombazos en forma de gancho, sobre la humanidad del local.
Rejón los resistió bien, pero evidenció que sí tenían poder y aunque nunca le “sacateó”, si demostró que eran golpes a los que no estaba acostumbrado y que, creemos, jamás había sentido con esa intensidad.
Sin amilanarse, reiteramos, el prospecto yucateco no se lanzó a lo tonto, sino que fue midiendo el agua, conectando también sus golpes, que no tuvieron la misma fuerza, pero que sumaban.
Empero, era claro que al final del primer episodio, la potencia de los golpes, le había dado la ventaja en ese episodio al dirigido por el ya experimentado manejador tapatío Willy Arroyo.
Padilla, para los que no vieron la pelea en la arena del Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, sacaba sus trancazos a media distancia, pero con una enorme velocidad, principalmente ganchos que en el primer episodio llegaron a la cabeza del yucateco, cimbrándolo, pero sin dañarlo contundentemente.
Pero…
Al iniciar el segundo episodio, la pelea siguió como una calca del primero, con Rejón buscando cómo protegerse de los venenosísimos y centelleantes impactos de su rival que tiraba, con todo, no a ganar, sino a matar, para que la pelea no llegase al límite pactado.
Su manejador Arroyo, ciscado seguramente por un fallo controvertido contra uno de sus boxeadores en las peleas previas, seguro lo lanzó a buscar acabar antes de tiempo y eso fue, precisamente lo que el occidental buscaba…y lo encontró.
En un intercambio de golpes a media distancia, una combinación pescó la quijada de Zaíd, quien por vez primera se fue a la lona, no totalmente, pero sí con las piernas hechas chicle.
Así, puso rodillas en la lona, donde el réferi Josué López “Resortitos”, comenzó a contarle, permitiéndole seguir, pero pendiente de él, porque los “pajaritos no dejaban de darle vueltas a su cabeza”.
Padilla, con una pinta de sicario y delincuente (dicho sea con todo respeto) se fue sobres y prendió de nuevo al yucateco, que se fue de nueva cuenta con piernas enclenques, sin llegar caer a la lona, pero noqueado de pie, por lo que recibió otro conteo.
Ataviado todo de negro, una especie de Mike Tyson, compactado en menos de 60 kilos, Padilla parecía una efigie etérea que cargaba una guadaña.
Así, como encarnando a “la huesuda” fue ya solo a rematar al yucateco al que le dio dos golpes que no lo tiraron, pero lo tenían de pie solo por obra y gracia de Dios, para que “Resortitos”, en otra de sus buenas actuaciones, detuviese el pleito.
Hubo quien decía que Rejón podía aguantar. Pensemos que sí, pero si bien físicamente no estaba desfondado, psicológica, anímicamente sí.
Zaíd, protestó, como suelen hacer los púgiles que tienen dignidad, pero nada pudo hacer ante la muy acertada intervención del nieto de Don Fernando López Castañeda.
“Resortitos” le evitó al yucateco un mal golpe, ya estaba con la guardia totalmente abierta, sin fuerza en los brazos y era blanco ideal para un golpe seco que no solo lo iba a derrumbar, sino que lo podía dejar mal y hasta acabar con su carrera.
Rejón perdió el invicto en su pelea 15, tras 13 triunfos y un empate, con siete noqueados. Su victimario llegó a nueve éxitos en nueve peleas, con ocho “dormidos”.