Las Vegas.- Nebraska y sus pobladores vieron esta noche a su máxima figura deportiva, convertirse en una leyenda que camina.
Y esa leyenda de nombre Terence Crawford no solo camina, sino que boxea, noquea, luce y va más allá de los pronósticos, como hizo esta noche al derrotar y desmantelar al para muchos favorito Errol Spence en una demostración simultánea de pulcritud y destrucción.
Habíamos, quizás los menos, que veíamos a Crawford ganador, incluso eventualmente por nócaut, pero pocos, quizás, solo él, su fuero interno y su equipo veían probable ganar de una manera tan avasallante.
Así, Crawford le pasó por encima al texano, para noquearlo técnicamente en nueve rounds, tras derrumbarlo repetidamente a lo largo de la pelea, para convertirse en campeón absoluto de peso wélter.
El vencedor, quien mantuvo la corona OMB y añadió a su vitrina las del CMB, FIB y CMB, amanecerá este domingo, o debe al menor hacerlo así, como el mejor “Libra por Libra” o “Kilo por Kilo” del orbe.
Su dominio fue absoluto a lo largo de los 26:32 minutos de desigual enfrentamiento y si bien el primer asalto fue relativamente equilibrado, siempre dio, al menos, los golpes más contundentes.
Uno de esos golpes llegó en el segundo asalto y puso en el alma de Spence y en la percepción de los más de 20 mil asistentes a la T-Mobile Arena el sello de Crawford.
Disparado hacia un lado del ring, Spence cayó “de nalgas” a la lona, de donde se levantó estremecido, pero bien para seguir lo que dejaría de ser una pelea y se convertiría en una masacre, en un viacrucis de ocho estaciones.
Sin apresurarse, haciendo lo necesario para disminuir a Spence, Crawford siguió gopeándolo, lastimándolo, quizás adoleciendo golpearlo abajo y a los brazos, para terminar de abrir su defensa.
Valiente, el texano aguantaba y trataba de regresar a la pelea que se le iba complicando. No estaba muerto, pero si ya cerca de ingresar a terapia intensiva.
Supervisores de la Comisión Atlética de Nevada entraron a ring a ver su estado, advirtiendo que no estaba bien y debieron dejarlo seguir al ver que físicamente podía continuar, aunque su ánimo y su fuero interno advertían que el regreso era complicadísimo.
Tras ser salvado por la campana, Spence solo puso enfrente su valentía y lo que le quedaba de fotaleza antes del final que llegó a los 2;32 del noveno round, cuando el réferi Harvey Dock paró la masacre.
Dock se interpuso entre ambos, cuando ya Spence era un bote inerme en la tormenta de golpes del de Nebraska que lo tenía ya hacia las cuerdas, donde iba a quedar colgado, indefenso.
El vencedor celebró merecidamente su triunfo ante el ahora ex invicto, ante quien se consagró, no sólo como el rey indiscutido de los wélter, sino quizás como el mejor púgil del momento.
Mejoró su récord a 40-0 con 31 puestos fuera de combate en una carrera que se extiende ya a 15 años. El derrotado perdió su invicto, sus tres títulos y buena parte de su dignidad, en su pelea 29. Tiene 28 éxitos y 22 nócauts.