Mérida.- Amalgama de tipo rudo, simpático y ocurrente, Óscar Natalio Bonavena vino a este mundo hace 80 años, para darle alegría, emociones a raudales y una tristeza infinita por su abrupta y absurda muerte.
A ocho decenios de su nacimiento, península deportiva recuerda con nostalgia y simpatía a un deportista al que no nos tocó ver pelear, pero del que supimos y mucho, por personas que convivieron y hasta vivieron con él.
Fue, quizás, el boxeador que no fue campeón mundial más querido en su país, y seguramente fue más apreciado que la gran mayoría de los que sí lo lograron.
En el termómetro del cariño de los argentinos, solo habría sido superado por Carlos Monzón y compartido la misma cantidad de cariño con Nicolino Loche.
Ringo Bonavena fue uno de los argentinos que estuvo a la altura, pero que no tuvo la suerte de sentarse en el trono mundial de los completos.
Le tocó la mala suerte de estar en la que quizás fue la época de mayor talento reunido en la división.
Pero fue también algo positivo para él, pues estuvo a la altura de esos gigantes de cualquier época, como Joe Frazier, con quien disputó el campeonato del mundo (peleó dos veces con él) y lo tuvo dos veces en la lona.
Otros nombres, que permiten dimensionar el nivel en el que estuvo fueron Zora Folley (ganó y perdió con él), George Chuvalo (lo derrotó), Jimmy Ellis (perdió), Karl Mildenberger (lo derrotó), Ron Lyle (perdió), Floyd Patterson (lo tumbó dos veces y perdió decisión dividida), y Mohamed Alí, quien lo noqueó en el round 15 de una pelea sin título de por medio.
Solo le faltó pelear con George Foreman, para poder haber compartido el ring con los mejores de esa época.
Bonavena, a quien prácticamente nunca se le mencionaba como Óscar, sino como “Ringo”, era un tipo físicamente no muy común para la división de los completos.
No llegaba al 1.80 metros de estatura, pero sí era dueño de una gran corpulencia, sin ser gordo. Era un poco acromegálico (de estructura ósea más grande de lo común).
Su estilo de boxeo era agresivo, algo atropellado, sin gran técnica, pero con su fortaleza, más allá de lo normal (en verdad era muy, pero muy fuerte) y su cuerpo que no era muy alto, podía ingresar a la guardia de sus rivales.
Era el típico fajador al que no le importaba recibir, con tal de poder castigar al rival y ello le imprimía un ritmo emocionante, y alegre al combate.
Hombre simpático, con expresiones singulares e ingeniosas a bote pronto, un antecedente quizás de Diego Maradona, dijo alguna vez cuando le preguntaron sobre su etapa escolar:
De tanto repetir, casi me caso con mi maestra (abandonó la escuela en el sexto grado), y en otra ocasión al hablar sobre su familia dijo:
Somos ocho hermanos vivos…y yo, que soy el único que trabaja.
Bonavena, nacido en Buenos Aires, un día como hoy de hace 80 años, logró una carrera destacada en cifras y calidad.
Sus números fueron de 68 peleas, de las que ganó 58, perdió nueve, empató una y logró 44 nócauts.
Ringo Bonavena solo fue noqueado una vez, y en el último round de una pelea de 15 rounds que no fue titular y ni más ni menos que por el más grande: Alí.
Vinculado en una serie de affaires y líos de faldas, Ringo Bonavena fue víctima de un sujeto en la ciudad de Reno, Estados Unidos, donde fue a reclamarle, pues pese a sus enormes dimensiones, su pecho no era bodega para almacenar agravios.
Al ir a reclamarle a Joe Conforte, un sujeto que por azares del destino obtuvo su contrato, recibió un disparo de uno de sus matones, quedando muerto en el acto.
150 mil personas fue el estimado de la asistencia a ese funesto evento que marcó el fin de su presencia en este planeta y el inicio de su leyenda.
Una de sus frases quedó ad hoc para lo que fue su vida y, principalmente la manera en la que murió:
“Mejor perder a lo macho, que ganar a lo cobarde”.