Mérida.- El de los Leones de Yucatán ha sido un club que se ha distinguido por tener buenos elementos en todas sus posiciones desde 1954 y en sus 51 temporadas en el mejor béisbol veraniego de México.
Sin embargo, los que han dado identidad a la organización en sus tres distintas épocas han sido sus pítchers y de estos, los que normalmente han sido los más recordados, los más “ensalzados”, han sido los abridores y sí, claro, se lo merecen, desde José “Indio” Peraza, hasta Yoanner Negrín y César Valdez, pasando por Alfredo Mariscal, Gilberto Rondón, Ken Angulo, Mercedes Esquer y Óscar Rivera, entre varios más.
Pero hay otros que también merecen que sus nombres estén frescos en la mente de ustedes amigos aficionados y que con su brazo fuerte potente y sabio preservaron y terminaron de darles a los Leones el triunfo que en algún momento estuvo en duda en las serpentinas ya débiles y no tan sinuosas de los abridores.
Sí, adivinaron: los relevistas.
Los apagafuegos bomberos, taponeros relevos, como ustedes quieran llamarlos, que comenzaron a despuntar en la década de los 80´s y que ahora son indispensables (ya no está “de moda” ver a un abridor tirar los nueve innings, cuando antes era algo usual y ahora lanzan normalmente lo justo para ganar el juego) han sido decisivos en la historia melenuda.
Bueno, uno de ellos fue decisivo en la obtención de uno de los cuatro campeonatos del club.
Y si bien han llegado muchos relevistas que han abonado a la historia del equipo, creemos que son tres los que han echado más “agua bendita” en los cañones rivales durante las 51 campañas de existencia de los melenudos…claro está, salvo su mejor opinión amigos fans.
1.- Pilar Rodríguez.
2.- Kent Wallace.
3.- José Vargas.
“EL CABALLO DE HIERRO“
Pilar Rodríguez, quien llegó a los Leones en 1979 como parte del equipo con el que inició la tercera y más célebre época de los Leones, salvó 84 juegos de los 103 que logró en sus 18 campañas en la Liga Mexicana de Béisbol (LMB).
Además, con los melenudos, ganó 49 de los 81 partidos que registró como triunfos en su paso por la liga veraniega.
Uno de esos, por cierto, fue el juego inaugural del parque Kukulcán en 1982 en la victoria melenuda sobre los Piratas de Campeche.
Fue, y sigue siendo el gran tamaulipeco, el “Caballo de Hierro” (tuvo una tienda llamada así) de los Leones, en la mente de los yucatecos.
POCO TIEMPO, PERO SUFICIENTE PARA DEJAR PROFUNDA HUELLA
Llegado a los Leones con el inicio del siglo, procedente de Patucah, Kentucky y de los Generales de Jackson, de la Liga de Texas, Kent Wallace arribó a los Leones en 2000, para la que fue la campaña 22 de la presente época.
En su único año y temporada con los Leones, salvó la friolera de 33 juegos (casi la mitad de los 69 partidos ganados del equipo) y ganó cinco, o sea, que decidió en lo que a pitcheo respecta, más de la mitad, de los triunfos melenudos de ese año 2000.
Ya nunca volvió a Yucatán, aunque permaneció un año más en la Mexicana con el Águila de Veracruz con los que no repitió los grandes números que tuvo con los Leones.
BRAZO DE ORO
Llegado en la mágica campaña de 2005, que no dejó el campeonato, pero que sí significó el cambio de una franquicia del montón a una protagonista, que se mantuvo así por al menos cuatro años, José Vargas fue el brazo fuerte del equipo en quien su desempeño descansó y confió para darle paz mental a sus compañeros y a dos millones de yucatecos en el último tercio de los juegos hasta 2011.
Sus 145 salvamentos son una cifra histórica en la selva, que acompañados por 28 éxitos le dan una estatura por demás elevada a su trayectoria con los Leones.
Sin embargo, esos números, si bien no son borrados, sí son opacados por aquella noche del 27 de agosto de 2006 en la que se echó el equipo encima y durante cinco actos mantuvo callada a la ofensiva de los Sultanes.
La metralla que lanzó durante esos cinco innings, luego de sustituir a Ignacio “Pitón” Flores, fue determinante para que los Leones ganasen el campeonato, pues si bien Jesse Castillo impulsó la carrera del triunfo, él, con la ayuda de su cuadro, hizo posible que los Sultanes quedasen rezagados en la pizarra.
Sus logros en siete años en la selva deben depararle el retiro de su número (al igual que el de Pilar Rodríguez), pero problemas extradeportivos, eso nos parece, lo han impedido.
Su nombre, junto con el de Wallace y el de Pilar Rodríguez, son cosa obligatoria al momento de recordar la historia de los Leones de Yucatán.