Ciudad de México.- El gran, legendario ex campeón mundial de peso ligero y wélter junior puertorriqueño, Carlos Ortiz, murió este día en la ciudad de Nueva York, donde residió la mayor parte de su vida, como un símbolo del boxeo de esa ciudad y de su país, donde nació en el año de 1936, en la localidad de Ponce.
El Consejo Mundial de Boxeo reportó el especialmente lamentable deceso del gran boxeador, tipo muy completo boxísticamente, como solía ser en sus épocas, además de proclive al espectáculo, pero siempre con gran dosis de clase y carácter.
Ortiz (61-7-1 1 NC, con 30 kos) boxeo pofesionalmente durante 17 años en una gran trayectoria que lo llevó a pisar, como estelar, cuadriláteros de América, Europa y Asia, continentes en los que combatió de manera repetida, en una época en la que no era fácil ser requerido para combatir en lugares distantes al origen de uno.
Fue el segundo campeón mundial que la gran isla boricua logró tener (el primero fue Sixto Escobar) y su coronación refrescó la esperanza de la afición de ese país en el boxeo, luego de que Escobar fue monarca décadas atrás.
El suyo fue un caso algo raro, pues primero fue campeón mundial de los súperligeros (o wélter jr. como era conocido en esa época, y luego volvió a serlo, pero en la división de los livianos, en la que se convirtió en una estrella y un referente de todos los tiempos de esa división.
No tuvo reinados prolongados, pero la tozudez de su oposición y su capacidad para vencerla en más de una ocasión y lograrlo en terreno ajeno le dieron un sello perpetuo de alto nivel.
Tras su retiro, luego de quedarse sentado en su banquillo ante Ken Buchanan en el Madison Square Garden en 1972, fue comúnmente invitado a grandes eventos boxísticos en los que era requerido por la prensa y por los fans que le pedían la clásica foto y el autógrafo.
Decidió hacer el resto de su existencia en la maravillosa e intensa Nueva York, donde se ganaba la vida conduciendo un taxi y contando a sus pasajeros las grandes batallas de su gloriosa carrera.
Hoy, a los 85 años, Dios Nuestro Señor le tocó la última campanada y lo recogió para llevárselo a la arena celestial, donde encontrará, prácticamente a todos sus rivales, a excepción de algunos como Ismael Laguna y Buchanan, que aún viven.
Descanse en Paz el señor Don Carlos Ortiz.