Mérida.- ¿Lo recuerdan Ken Angulo, o Rich Guerra?.
A los fans que como en procesión pasábamos por la calle 55, yendo al sitio hacia el que todos los caminos de Yucatán conducían esa lluviosa tarde, ustedes saludaban casi parados en las puertas del Hotel Bojórquez (hoy Hotel Maya Yucatán) a todos quienes por ahí transitábamos.
No sé si en broma o de verdad, subían ambos el dedo pulgar como pidiendo “raid”, pues no faltaba mucho para el inicio del juego (ni dos horas) y ambos estaban aún en el hotel.
Pero fácil no habría sido llegar por el embotellamiento que ya había en esa lluviosa tarde dominical del 19 de agosto de 1984, cuando estaban a un solo zarpazo de darle a Yucatán su segundo título y de coronarse por vez primera en una serie final y, además en casa.
Para que los aficionados de hoy día entiendan, los Leones de ese entonces era un equipo desprovisto del protagonismo que tienen desde hace cerca de 10 años.
Eran una mezcla de lo que hoy conocemos como Piratas de Campeche y Olmecas de Tabasco, un equipo que comenzó parchado y que poco a poco, como una bola de nieve comenzó a hacerse fuerte, enorme, hasta que barrió con los más grandes.
Como en todas las historias de telenovela (esta lo fue), hubo un factor suerte que contribuyó al final feliz y vino desde la entonces academia formadora de peloteros en el estado de México: Pastejé.
Su nombre, Cornelio García Chaidez, surgido en Baja California y con las credenciales del mejor prospecto de la pelota mexicana del momento.
A los Leones les tocó en suerte el primer lugar de la elección de prospectos de ese año y no dudaron en hacerse de los servicios de Cornelio.
Pero Cornelio no llegó a jugar a los Leones, sino que fue utilizado como “moneda de cambio” para que de la organización de los Medias Blancas llegase un pítcher de Wes Covina, California, llamado Kenneth Michael Angulo Lechuga, identificado como Ken Angulo.
Y sin Angulo, la ecuación que le dio el título a los Leones no habría tenido el dígito necesario.
A Angulo se le sumó un ex bigleaguer, Fernando “Freddy” Arroyo y, a mitad de temporada, un cañonero que comenzaba a despuntar entre los mejores de México.
Raymundo Torres Ruiz, Ray Torres, para la posteridad, llegó un fin de semana a Mérida, jugando para los Diablos Rojos del México, y ya no regresó al averno. Se quedó en la selva.
Y así, como el “colado” a la fiesta, calificando en el “xix” de la temporada regular como cuarto lugar, los Leones se fueron a lo que parecía un sacrificio seguro ante el primer lugar del sur: Los Diablos.
Comenzando en la Ciudad de México, los Leones, con el gran pitcheo que tenían con Angulo, Arroyo, Ernesto Escárrega y Guadalupe Salinas y el bateo colectivo y de largo alcance de Torres, se trajeron los dos partidos.
Luego, aquí en Mérida, le completaron los otros dos, para barrerlos ante el asombro de propios, extraños y del gran Benjamín “Cananea” Reyes.
Y después de una tortuosa serie con el segundo lugar, los Tigres, entonces de México, que incluyó una barrida de Matías Carrillo, que casi le quebró un pie al cátcher Pedro Bazán (quepd), los Leones ganaron el banderín sureño en siete juegos.
La serie final inició en Mérida el domingo 12 de agosto con triunfo melenudo contra los campeones del Norte, Indios de Ciudad Juárez, subcampeones de la liga, tras perder un año ante los a la sazón monarcas, Piratas de Campeche.
El triunfo se repitió un día después, aunque el miércoles 15 y el jueves 16, ya en Ciudad Juárez, los “teporacas” empataron la serie, para ponerla 2-2.
Así, el domingo 19, a las 21:19 horas, tras soportar una lluvia intermitente, cerca de 20 mil aficionados (sí, leyó usted bien, cerca de 20 mil), vieron a Freddy Arroyo levantar en brazo derecho con la bola que le envió a sus manos Bobby Smith, para completar el out 27 en el guante del inicialista Dominic Fucci.
Fue una alegría que permeó a los yucatecos no solo por esos días, sino por meses, tras haber ingresado a los play off como Dios les dio a entender y dejar en el camino no solo a los dos gigantes del sur, sino de la liga.
Hoy, a 40 años, seguimos vibrando con ese out 27 y con la llegada del equipo cenicienta a la fiesta grande, con los spikes de campeones y sin que la carroza se les haya convertido en calabaza.