Información del periodista Héctor de Mauleón, tomada de Criteriohidalgo.com
Ciudad de México.- Aquella tarde “una verdadera locura colectiva, superior a todo lo que se haya visto en muchísimos años”, se apoderó de la Ciudad de México.
Según uno de los periodistas que atestiguaron aquello, fue como si el delirio se hubiera desatado de pronto, de manera unánime, en todos los sectores de la metrópoli.
“Locura en la capital”, cabeceó un diario al día siguiente del triunfo del seleccionado mexicano sobre el once belga.
Multitudes surgían de la nada hacia las avenidas principales. Personas que nunca antes se habían visto se abrazaban. Algunos lloraban.
“Los automóviles transportaban gente alborozada hacia el centro”, consignó un reportero que atestiguó el suceso.
En los alrededores del Ángel de la Independencia, miles de personas gritaban hasta enronquecer. Las bocinas de los autos no dejaban de sonar.
Nunca antes había ocurrido algo así. Era la primera vez que un triunfo de la selección nacional lanzaba a la gente a las calles.
11 de junio de 1970: México se había jugado aquel día el pase a cuartos de final. Le tocó enfrentar a Bélgica.
La selección venía de empatar con Rusia y de golear a El Salvador. Tres horas antes del encuentro el Estadio Azteca estaba ya al 80% de su capacidad.
En su primera participación en un Mundial (Uruguay, 1930), México había tenido solo 18 minutos de optimismo. A partir de ese instante comenzaron las masacres.
La selección cayó ante Francia, Chile y Argentina. Recibió 13 goles en tres partidos y regresó al país con la cola entre las patas.
Al minuto 14, al reaccionar a un tiro libre de José Vantolrá, “El Cabo” Valdivia recibió una falta al borde del área chica.
El tirador del equipo era “El Halcón” Peña, capitán de la escuadra y su defensa central.
Le decían “El Halcón” desde los tiempos en que jugaba en el Oro, por la manera en que caía sobre su presa al defender el área:
Por la forma decidida, aguerrida en la que él se barría para despojar al contrario del balón.
Lo que ocurrió a continuación Peña lo relató de dos maneras. Me gusta más la segunda: “Cuando vi que se marcó la falta contra Valdivia, supe que lo iba a ejecutar.
Así que fui a tomar agua y Raúl Cárdenas (el entrenador) me preguntó cómo me sentía. Me molestó y le contesté que si tenía otro tirador, pues adelante.
Pero me dijo: “no, solo quiero saber si no estás golpeado”. Así que me enfilé hacia el manchón penal y tiré como años atrás me enseñó el señor Arpad Fekete.
El “bombero húngaro” le dijo que siempre eligiera un lado, que tomara mucho vuelo y que cobrara con seguridad y fuerza, “porque si no estás preparado para soportar la presión, más vale no tirar”.
En la primera versión Peña dijo que tenía muchos nervios, y que de pronto se hizo en el estadio un silencio absoluto.
Toda la ciudad capital del país sede de aquel Mundial de 1970 habrá callado en el minuto 16, cuando el “Halcón” cobró el penal.
BULLYING BELGA
“Yo dije, ¿pos qué les pasó…? Porque se puso todo silencioso. El portero belga comenzó su juego.
Se sabía mi nombre el güey, me gritaba ‘Peña, Peña’, y me ponía todo nervioso”, reconoció en su relato.
Todos los diarios publicaron la foto con el balón en las redes, el arquero belga vencido y “El Halcón” iniciando la celebración.
Había elegido el lado derecho. Los diarios coinciden: fue una tarde única, “bajo el grito continuo de ‘¡México, México!’”.
La gloria del Halcón duró solo unos días y acabó a unos kilómetros de la Ciudad de México, en Toluca.
En el minuto 25 del encuentro de cuartos de final con Italia (que México comenzó ganando) clavó un gol en su propia portería y la maldición volvió a alcanzar al equipo:
Gigi Riva anotó al 63, Gianni Rivera al 70, el propio Riva otra vez al 76 para sentenciar el 4-1 que eliminó a los anfitriones.
“Un marcador cruel… exagerado… México empezó acariciando la ilusión, Se desplomó”, publicó el diario La Afición.
Gustavo “El Halcón” Peña falleció ayer a causa del Covid-19. Se había retirado a fines de los años 70.
Con su muerte terminan de desgajarse los recuerdos de un día del siglo XX en que la ciudad de México enloqueció, “acariciando la ilusión”.