Mérida.- A sus 74 años, Octavio Meyrán recuerda a la perfección nombres, sitios, lugares y personas que no cualquier persona mantiene en su memoria de manera tan clara, diáfana, precisa, durante 50 años.
En un rápido viaje retrospectivo, este caballero, experto, exitoso comerciante de ropa ya retirado, rememora su ilustre carrera como réferi, desde su primer día (vaya día) el miércoles 2 de octubre de 1968, hasta cuando debió tomar una decisión entre honrar al deporte y al apellido de su familia, o ayudar a Mike Tyson a retener el cetro mundial completo perjudicando a James “Buster” Douglas.
PAGÓ UN ALTO PRECIO
Optó por hacer lo correcto, con el consabido “congelamiento” de la mafia “de mero arriba” del boxeo, que, empero, no evitó, así, sino que lo confirmó como el más confiable y mejor réferi en la historia de México.
En ese viaje por los recuerdos hay una escala importante: la del 22 de enero de 1972 en Mérida, un sitio que a sus 24 años ya conocía, pero al que llegaba por vez primera como hombre de boxeo.
INICIO ENTRE BALAZOS
Era la oportunidad que había querido desde aquél confuso, aciago día en la función de mitad de semana en la Arena Coliseo, en la que la dinamita surgida de la pequeña gran arena fue opacada por la de los disparos de Tlatelolco, donde, por cierto, estuvo minutos antes para ir a vender ropa, hasta que los comerciantes bajaron sus cortinas al advertir la irrupción de estudiantes en esa plaza con presencia militar.
A Mérida llegaba emocionado, feliz, comprometido, a trabajar la primera pelea de campeonato de su aún corta carrera, a donde fue llamado, luego de que el mánager del campeón nacional mosca, Constancio “Rocky” García, Rafael Hadad, puso como condición que el singular extrovertido réferi, Ramón “Bello” Berumen, no fuera el tercero sobre la superficie en la oportunidad que iban a darle a domicilio a Miguel Canto.
Berumen, si bien era un réferi capaz, era también conocido por “inclinarse un poco” hacia al púgil local en las funciones donde intervenía y de hecho en Mérida había generado dudas en actuaciones previas, de Canto ante Alberto “Costeñito” Morales y Roberto Álvarez.
NO LE PERDONARON AFRENTA A POOL
Aunque cierto es también que en una ocasión debió parar por recomendación médica la pelea a Vicente Pool vs. el dominicano Pablito Jiménez, cuando ya casi había terminado, generando un broncón y una bofetada en su contra en el centro del ring por un fanático del chicxulubense que subió a reclamarle.
En entrevista con península deportiva, desde su domicilio en Pachuca, Hidalgo, Octavio Meyrán dice: “Un día, me llamaron de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal (CBDF) (entidad rectora de los campeonatos nacionales) y me dijeron que había una oportunidad en Mérida y la acepté”.
Meyrán llegó a Mérida, acompañado del representante de la CBDF, Benjamín González Márquez, el mismo día de la pelea (el pesaje se hacía entonces ocho horas antes del inicio de la función y luego, la lectura de reglas) y llamó la atención y generó cuestionamientos por su juventud y eventual inexperiencia entre los comisionados y personalidades del boxeo yucateco que recuerda hoy tan bien, como en aquella época.
Nombres como los de José María Escalante Marín (Presidente de la Comisión), Alberto Eljure Sesín (Promotor) y Jesús “Choláin” Rivero y Armando Chapur (con quien hizo varios negocios y de quien dice guardar los mejores recuerdos) salen ágilmente de su memoria en esa tarde sabatina, en la que rehusó participar en un banquete posterior a la lectura de reglas, para evitar subir al ring “pesado”.
También en su mente están frescas las miradas yucatecas suspicaces que notó, cuando sin mala intención y novatez trató con familiaridad al mánager Hadad, a quien conoció y trató cuando vivió y trabajó en Monterrey.
Pero las suspicacias y las dudas acabaron por la noche, cuando al subir al ring, hizo un gran trabajo en el que Canto “ayudó” al no dejar duda alguna de su superioridad sobre García, al que le dio no una lección, sino una cátedra.
Meyrán, ciertamente trabajaba bien, era preciso, se movía adecuadamente, cumplía con la máxima de que el réferi, mientras menos visible, mejor, pero contaba con algo que pocos árbitros y que en esa época sólo tenían gente como él y su maestro en ese arte, Ernesto Magaña: Presencia y autoridad.
DEJÓ DE SER UN MUCHACHITO Y SE CONVIRTIÓ EN RÉFERI
Esa noche, la del cambio de estatus del boxeo yucateco de un boxeo casero, si acaso regional, a uno con proyección nacional y, luego mundial y universal, él también se catapultó hacia la más grande carrera de un tercero sobre la superficie en México.
Una carrera que lo llevó a dirigir peleas como Ray Leonard vs. Roberto Durán II, Tommy Hearns vs. Wilfredo Benítez, Azumah Nelson vs. WIlfredo Gómez y muchas otras de elevadísimo nivel en al menos tres continentes.
FELIZ Y CON LA CONCIENCIA TRANQUILA, PERO CON UN PENDIENTE EN NUEVA YORK
Hoy día, vive feliz, pleno, sano, como consecuencia de una vida ordenada, de trabajo en la que el boxeo tuvo y tiene un sitio preponderante tras haberle dado trabajo, experiencias y, sobre todo, tranquilidad y paz mental por saber que obró bien, pese a los eternos embates de los intereses que en estos tiempos van ganando la lucha al boxeo auténtico y acercándolo a una caricatura de lo que siempre debió ser.
Lo único que le falta, creemos, es su ingreso al Salón de la Fama de Canastota, Nueva York. en el que tiene sobrados méritos para estar. Ojalá, ojalá…al tiempo.