Mérida.- Vaya cosa la del domingo.
El tiempo pasa, pero, muchas cosas no cambian, y los muros de la Plaza Mérida lo saben.
Apenas el domingo pasado, vimos cómo el histórico torero yucateco Michelito Lagravere no partió plaza, pero sí partió el festejo vespertino.
Saltando desde el tendido, con su muleta, el yucateco de sangre francesa pidió de manera ya manifiesta volver a torear en el ruedo en el que se convirtió en el matador más joven de la historia.
Y, bueno, ya vimos lo que sucedió. El juez, Ulises Zapata, haciendo lo correcto, lo establecido, lo que todos sabían de antemano, aplicó el reglamento.
No fue edificante, ni agradable verlo en esas circunstancias, pues es un muy buen muchacho y para nada un delincuente, pero fue el precio de su osadía.
A final de cuentas, Michelito tardó más en llegar al “bote” que en abandonarlo, pero dejando evidente su deseo de volver al ruedo meridano, pero con traje de luces.
Lo sucedido con Michelito nos recuerda a lo acontecido en el primer día del año 1997, cuando el entonces Juez de Plaza, Don Mariano Castillo (quepd) “entambó” al controvertido rejoneador potosino Rodrigo Santos.
Santos, quien desobedeció órdenes del juez, fue llevado a los entonces cercanísimos separos de la SSP, por no acatar torear en el turno que le correspondía.
Pero si Michelito no tardó en salir, menos aún lo hizo Santos, quien ante una plaza llena, rebosante, y con la mayoría de sus ocupantes tomados y aún crudos por el festejo de Año Nuevo, regresó para completar su faena.
Luego del festejo, Santos se enfrascó en dimes y diretes con el señor Castillo, quien valiente, pese a su muy avanzada edad, defendió su postura ante el irrespetuoso, arrogante y patanesco rejoneador.
Al subir de tono el intercambio de palabras, que pasó a improperios, de parte del engreído potosino, quien poco tiempo después contaría en su “haber” con el asesinato de un policía en la Ciudad de México, ambos ingresaron a la “casita” adyacente al ruedo.
Allá, Santos, entonces de 30 años, amagó con golpear al señor Castillo (de no menos de 65 o 70), pero no contaba con que ahí estaba otro señor.
Y ese señor se trataba de un caballero y más varón que él: Don Russel Gutiérrez Vales, quien no sólo le impidió agredir a Don Mariano.
El padre del célebre periodista deportivo (quepd) correteó, sí, correteó a Santos alrededor de una mesa, para perdonando la expresíón, “partirle la madre”.
Santos, increíblemente, con los ojos saltones, aún vestido de rejoneador, daba vueltas alrededor de la mesa, esquivando al sr. Gutiérrez Vales.
Mientras apartaba sillas que le obstruían llegar a Santos, a quien hecho una furia trataba de alcanzar, Don Russell se quedó finalmente, con las ganas.
Más joven y mucho menos corpulento que su perseguidor, el jinete abrió la puerta y se fue corriendo, dejando tras de sí una nube de humo, como en las caricaturas del Correcaminos.
Y, así concluyó ese capítulo que no llegó a ser trágico, pero sí con tintes cómicos de Santos, quien, exactamente 10 años después, protagonizó otro “pancho” en ese mismo sitio.
Tras no cumplir con presentarse en Motul, donde había sido contratado para presentarse ese mismo día por el singular empresario, Jorge Sosa Chacón a quien dejó mal, Santos fue detenido en el coso meridano.
Un nutrido grupo de policías llegó a la Mérida para detenerlo y, pese a haberse vestido de civil y ocultarse en el tendido, fue hallado y detenido en medio de un zafarrancho, uno más en el ya nonagenario coso.