Mérida.- Como ya informamos, el gran pítcher cubano, Andrés Ayón Brown falleció el domingo pasado en la ciudad de La Habana, víctima de un infarto tan implacable como las rectas que lanzó por décadas en diamantes mexicanos, de Estados Unidos y, principalmente, de México.
El señor Ayón, tipo afable, gentil en su trato (al menos así lo conocimos) dejó huella profunda dentro y fuera de los diamantes, así como una larga lista de hechos que hoy son ya historia y anécdota suya, con otras personas, entre ellas, quien esto escribe.
1.- Don Andrés (quepd) comenzó como jardinero central, jugando partidos informales en el Estadio del Cerro, mejor conocido ya, hoy día y desde hace años, como Latinoamericano.
En una de esas, una personalidad de la pelota cubana, Napoleón Reyes, lo vio enfriar a un corredor en home con un tiro preciso, pero sobre todo veloz, una centella.
El hecho le llamó la atención y con su instinto, el mánager lo orientó hacia la posición de lanzador en la que finalmente se quedó a sus 16 años en 1952.
2.- Fue seguido de cerca por la organización de los Rojos de Cincinnati, que se lo llevó a Estados Unidos y lo desarrolló, quedándose cerca del ascenso a las Ligas Mayores, lo cuál no sucedió.
3.- Ayón en alguna ocasión alegó que el poco click que hizo con sus superiores en las menores con los Rojos, pero sobre todo la discriminación le impidieron ascender a las Ligas Mayores.
4.- Hay dudas respecto a su nombre completo real, pues si bien es sabido que era conocido como Andrés Ayón Brown, hay versiones que circulan en el sentido de que su verdadero nombre completo era Andrés Ayón Bron.
De hecho, la maravillosa enciclopedia del Béisbol Mexicano (1992), editada por el periodista y Presidente de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), Pedro Treto Cisneros, que se abastecía de registros oficiales, a la mano de ese sensacional hombre de béisbol, lo registra así: Ayón Bron.
5.- En una ocasión, hace unos 15 años, poco antes de que el parque Carta Clara fuera derrumbado, Andrés Ayón le lanzó a quien esto escribe, una serie de pelotas, todas ellas rectas, que a sus alrededor de 70 años eran “imbateables” y con una velocidad tremenda.
“Ahí te van, a ver si las ves”, dijo el espigado habanero al aspirante a bateador, quien vio pasar cuatro o cinco envíos y le hizo el swing a uno, con todo el enfoque y concentración posible, mandándola de foul al techo de lámina instalado en la década de los 90´s del siglo pasado, sobre la parte central del graderío.
6.- Ayón hizo buenas y sólidas amistades en su prolongado paso por Yucatán, sobre todo con el medio peloteril, y una de esas amistades fue el fantástico periodista Russel Gutiérrez, quien solía entrevistarlo con relativa frecuencia.
8.- Causaba extrañeza que tuviera la licencia de ir y salir de Cuba, como “Pedro por su casa”, sabiendo las restricciones y limitaciones que el gobierno socialista de Fidel Castro tenía sobre sus paisanos, a quienes tenía presos en su propia nación sin posibilidad de salir.
Ayón, se dice, era un pítcher muy valorado por el propio Fidel Castro, quien le dispensó una real amistad que le dio la oportunidad de entrar y salir de su país sin problema alguno.
9.- El ahora eterno ausente lanzó el 30 de junio de 1972 el primer juego sin hit en la historia de los Saraperos de Saltillo, en Monterrey, que además fue perfecto.
Ese día, lanzó siete entradas en la victoria de los del Sarape de 9×0 sobre los entonces dueños del parque Cuauhtémoc y Famosa.
10.- Un año antes, sufrió la gravísima afrenta de ser el pítcher perdedor, por los propios Saraperos, del séptimo juego de la serie final de 1971, cuando los Charros vinieron de atrás, luego de ir abajo 0-3 en la serie, para hilvanar cuatro partidos y lograr por vez primera la hazaña de revertir una desventaja de esa magnitud en la historia de la LMB. (¿les recuerda a algo amigos yucatecos?)
A partir de ese entonces, los Saraperos fueron ya llamados como los “Ya merito”, hasta que, ya en este siglo, fueron campeones por dos años consecutivos.
11.- Andrés Ayón trabajó como coach de los Leones de Yucatán en la era en la que el equipo era propiedad del empresario Gustavo Ricalde y, también, lo hizo como entrenador del Instituto del Deporte del Estado de Yucatán (IDEY), que lo relegó ya, tiempo atrás.