Las Vegas.- El kirguistano, nacionalizado ruso, Dmitry Bivol logró esta noche uno de los triunfos más resonantes de los últimos tiempos en el boxeo, aunque no de los más inesperados.
El aún invicto, venció de manera clara al mexicano Saúl “Canelo” Álvarez, quien lo retó por su “súpercampeonato” mundial semicompleto en una pelea en la que la fortaleza del europeo fue demasiado para el americano, quien durante la pelea quiso, pero finalmente de vio frenado por los argumentos físicos del aún monarca
Las tarjetas de los jueces, de manera unánime (para nosotros más clara aún, pero no avasalladora) fueron de 115-113, todas para el merecido vencedor de este pleito en el que los jueces despejaron las dudas y devolvieron el aliento a unas 17 mil personas en la arena del Grand Garden del MGM Hotel de esta ciudad y a miles de millones en todo el mundo.
El tufo de la sospecha de un mal fallo ante la evidente superioridad del europeo cesó con el anuncio del presentador David Diamante, quien reiteró la imbatibilidad del venido de la tan cuestionada República Rusa, y que debió “comerse el sapo” de que el himno nacional de su país fue omitido por razones que ya todos conocen, pero que no bastaron para impedirle subir al ring y consumar un gran negocio en el que el gran ganador fue él.
Bivol, boxeador con un peso natural superior al de Álvarez, ganó la pelea en su segunda mitad y no dejó duda posible de ello en el último tercio, es decir, a partir del noveno round, cuando ya convencido que los golpes del “Canelo” si bien no eran algodonazos, tampoco tenían la dinamita suficiente para ponerlo en peligro.
El aún monarca le dio respeto al mexicano, quien, por su lado, hacia el round 10 comenzó a hacerse a la idea de que el final de la pelea no iba a ser el de un cuento de hadas, como el que tuvo en 2019, ante otro ruso, por otro título de ese mismo peso y al que noqueó de manera poco convincente en el round 11.
Dubitativo, aún yendo hacia adelante, pero sin la confianza dibujada en el rostro Álvarez trató de reducir la ventaja obtenida por su rival al que le tiró de todo y al que sí, seguramente, impactó y quizás estremeció, pero nunca lastimó y no por carecer de dinamita, sino porque por cuestiones naturales, la suya no estalla igual en la división semicompleta, como en las que suele combatir.
Con esa confianza, y sabiendo que el “Canelo” de los primeros rounds que no lo lastimó, difícilmente podría lograrlo en los episodios finales, soltó más las manos, sobre todo cuando el mexicano fue por él y lo recibió a la media distancia, con rectos y cruzados.
El jab, que tanto le festinaban muchos medios, no era su mejor golpe, no, de ninguna manera; lo era el recto, mal interpretado en esta época, sobre todo, llena de ignorancia en la que muchos lo confunden con el primer golpe mencionado.
Ese recto, primeramente no tan puntilloso como el jab en los primeros episodios, sí fue minando, primero, el rostro del mexicano, por su intensidad, por su reciedumbre, pero luego socavó, no su corazón, pero sí la confianza en sí mismo.
Al final del pleito, el mexicano, sin haberle hallado la cuadratura al círculo, parecía desear (al menos eso se leía en su rostro) que la pelea terminase y no porque estuviera recibiendo una paliza, sino porque ya no sabía cómo salir de la inferioridad a la que Bivol lo había sometido.
Antes, en los seis primeros episodios, la pelea fue realmente pareja, sin ser nada extraordinario, con un “Canelo” buscando acercarse al terreno corto del europeo, quien lució algo “amarrado” de los brazos, lo que hizo pensar mal a más de uno.
Con su estilo “mecánico”, de tirar golpes rectos, de poca movilidad de piernas, pero de certeza a la hora de soltar las manos, Bivol fue sumando puntos contra el “Canelo”, quien no buscó el cuerpo y basó su intención dañina en la cabeza de su rival, al que llegó a prender con ganchos y con uppers, pero sin lastimarlo.
A partir de ahí, el campeón o “súpercampeón” (como el organismo rector la AMB insiste en llamarle) se fue acomodando en la pelea y sin dejar de ser precavido, lució más suelto al intercambio de golpes con el jalisciense que, cuando tiraba combinaciones, recibía una respuesta contundente que, sin ponerlo en mal estado, sí lo hacía retroceder.
El ruso fue preparando poco a poco el terreno para llevar la pelea hacia el final donde ya dueño de las acciones, no se alocó, buscando un nócaut, sino mantener la ventaja, sin dejarle la escena al mexicano, sea para que este pudiera ponerlo en peligro, o para evitar que los jueces percibieran lo que sucedía al final y olvidaran lo que hizo en el resto del pleito.
Álvarez perdió la pelea y la perdió bien, pero se vio competitivo, digno y merecedor de haber peleado con un rival de primerísima fila como él.
Ya se habla de una revancha, incluso está, seguramente firmada, como parte de los acuerdos previos para haber llevado el combate de esta noche a la realidad.
Ganó Bivol y ganó bien y fue el gran triunfador del negocio montado esta noche aquí, pero el gran vencedor en términos generales fue el boxeo.
Una mala decisión habría sido un clavo con jiribilla al interior del ataúd del boxeo que aún no termina de cerrarse y un descrédito INMENSO para la carrera del “Canelo” que tiene todo para regresar, pues se lo merece por su extraordinaria carrera.