Mérida.- Martes 10 de diciembre de 1991, alrededor de las 18:00 horas.
Riiing, riiing, riiing, riiing, riiing.
“Sí, buenas tardes, diga”.
“Chavo, te voy a pasar una buena” (importante nota), acaba de pasar, y te voy a dar unos datos de él para que escribas en el Novedades”, decía un poco apurado del otro lado de la línea el insigne maestro de la radio y el periodismo beisbolístico, Jorge Alberto Blanco Martínez, quien tenía en la punta de la lengua la más importante noticia de aquél 1991 en el “Rey de los Deportes en México”: Benjamín “Cananea” Reyes acababa de morir.
Con la emoción de la importantísima y por demás lamentable noticia, “George White” informaba a quien esto escribe del infausto, pero no sorpresivo suceso que desde meses atrás ya se veía venir.
Don Benjamín “Cananea” Reyes, el mejor mánager mexicano de la historia para muchos, o al menos el mejor de la segunda mitad del Siglo XX, estaba muy enfermo desde meses atrás y había sido consumido por un cáncer que, incluso, le impidió dirigir a sus Diablos Rojos en la serie final de ese año contra los Sultanes de Monterrey, que estrenaban estadio.
NO “CANANEA”, NO TÍTULO
Su ausencia en el dugout, seguramente le pegó a los luciferes que perdieron ante los regios, aunque el gran perdedor no fue la novena roja, sino el béisbol y el deporte mexicano en general, que ya no lo volvería a disfrutar.
Tipo con una agudeza intelectual tremenda, que no hablaba mucho, pero al que le bastaban dos palabras, un gesto, o una expresión irónica para comunicar mucho, era un tipo que navegó entre el “odio” de los fans de otros clubes y los aplausos de los seguidores de los pingos y de los aficionados objetivos.
Pero unánimemente, todos (hasta aquellos que supuestamente no lo podían ver, pero eran los primeros en llegar al parque para hacer corajes con él, pues se metía con la gente) lo admiramos, por su, al menos aparente, infinita capacidad de hacer todo perfecto en el béisbol y por hacerlo de manera espectacular, agresiva y hasta divertida.
“George White”, que a sus 68 años en ese entonces (quien esto escribe tenía 21), conoció, y muy bien, por decenios al sonorense, y lo describió como pelotero, manejador y persona.
Generoso, como era, Blanco Martínez, quien ya había dejado de publicar en el Novedades y lo hacía en el Diario Por Esto por fin por una magnífica paga (que le duraría poco) compartía sus conocimientos con quienes iniciábamos en la actividad (con los que él sentía que valía la pena) no importaba que no fueran del mismo medio para el que trabajaba.
Parecía, al menos por teléfono, golpeado por lo sucedido (no imaginaba que en menos de dos meses a él le tocaría irse y que ambos ingresarían simultáneamente al Salón de la Fama del Béisbol Mexicano).
No escatimó méritos y elogios para el “Pelón” Mágico, al que entrevistó decenas, o quizás cientos de veces. Sus 14 títulos de campeón en la pelota profesional de México y Latinoamérica, así lo avalaban.
TRIUNFADOR Y ANIMADOR
Reyes, tipo con carácter fuerte, muy conocedor y, hay que decirlo, sabiéndose protegido por el “stablishment beisbolístico” de entonces, encabezado por Alejo Peralta (dueño de los Tigres y casi de la liga) y Roberto Mansur Galán (dueño de los Diablos y casi tan influyente como Peralta) era, además de un triunfador, un gran animador del “Rey de los Deportes”, donde se presentara.
Desde el cajón de coach de tercera motivaba a sus peloteros, presionaba a los umpires con su personalidad y su altísimo peso específico en el campo, para hacer que las cosas salieran a su favor y del equipo que le fuese confiado.
No era un tipo realmente alto, no pasaba del 1.70 (eso recordamos), pero con voz grave, no estentórea, que usaba firmemente y mirada escrutadora, analizaba todo a su alrededor y a su interlocutor, escudriñando sus secretos, como queriendo “robarle la señal”, o anticiparse a su jugada.
Hoy, a 30 años de su muerte, recordamos al que, al menos para quien esto escribe ha sido el mejor estratega de béisbol que México ha tenido.
Y si bien no dejamos de lamentar su muerte, celebramos más aún su vida: Que siga viviendo el gran “Pelón Mágico”, Don Benjamín “Cananea” Reyes.