Los Angeles.- Mike Tyson hizo lo mejor y lo posible por agradar dentro de las circunstancias.
Roy Jones hizo lo mejor y hasta lo imposible por no pelear y neutralizar al más sensacional golpeador de todos los tiempos.
En una pelea sin resultado, de exhibición que no lo fue tanto, ambos bajaron con un empate simbólico, pero siendo Tyson el que marcó el paso y el que tuvo la mayor intención de hacer daño.
Tras un show previo con un rapero “cantando” y dándole a la “Arena” del Stapeles Center una atmósfera de barrio estadounidense, Jones fue el primero en subir a la tarima, seguido de Tyson.
Vino el anuncio correspondiente del icónico Michael Buffer, para dar paso al pleito que no lo fue tanto y que fluctuó entre su carácter de exhibición y de no tanto.
Pero Jones no quiso pelear.
Tyson, con la evidencia de los años en su humanidad, aunque en magnífico estado físico, se fue “sobres” y comenzó a tirar golpes con buen ritmo, sobre un Jones, que, demasiado perfilado y con su jab lo mantuvo a raya poco tiempo.
Al ver que no lo iba a poder contener, Jones recurrió a lo que mejor le salió en los 16 minutos de combate: abrazar.
Y así se la fueron llevando, con uno que trataba de atacar y el otro de defenderse y de no pelear.
Al cabo de los ocho rounds, cada uno de dos minutos, Jones logró su propósito de no ser noqueado y de ni siquiera ir a la lona.
Ambos nos llevaron, a su manera, a un viaje retrospectivo, por la década de los 80´s y 90´s a recordar el aún relativamente decente boxeo que entonces aún existía con figuras consolidadas por su desempeño y no por “títulos chafa”.
Dios los bendiga a ambos, no por lo de esta noche, que se les agradece, sino por lo que hicieron en su momento.