Ciudad de México.- El gran, icónico, legendario atleta mexicano, ganador de la medalla de oro olímpica de los 20 kilómetros en Los Ángeles 1984 y quien implantó varias marcas mundiales en su momento, Ernesto Canto, falleció esta tarde a los 61 años.
Su muerte, si bien no deja de impactar y doler, no es sorpresiva.
Apenas el 31 de octubre pasado, emitió un comunicado en sus redes sociales, quizás a manera de despedida, admitiendo que luchaba contra una enfermedad (no precisada), que, es de suponerse, la que le arrebató la vida hoy.
Versiones extraoficiales apuntan hacia un cáncer de páncreas, que hizo metástasis y se extendió de manera importante en el hígado.
Canto, toda una leyenda de la marcha mexicana y que hizo historia como único atleta mexicano en ser campeón nacional, centroamericano, panamericano, mundial y olímpico, es símbolo perpetuo de la marcha mexicana junto con Raúl González Rodríguez.
Se le recuerda por aquella mágica, para México, olimpiada de 1984 en Los Ángeles en la que hizo el 1-2, seguido por Raúl González en la prueba de los 20 kilómetros.
La corona olímpica y la gloria perpetua le llegó con solo 25 años de edad, pues había nacido el 18 de octubre de 1959 en la Ciudad de México.
González ganó, después, el oro en los 50 kilómetros de esos mismos juegos.
Canto es el segundo medallista olímpico mexicano que muere en este tan trágico, inefable e infausto 2020, luego del deceso, en enero, del clavadista Carlos Girón, plata en la plataforma de los 10 metros en Moscú 1980.
Ambos, Girón y Canto, por cierto, comparten, además de la medalla olímpica, el dolor de haber sido asaltados a mansalva en esos Juegos.
Girón en 1980, cuando los jueces le dieron una oportunidad adicional a un clavadista local, para arrebatarle el oro al mexicano, quien ya lo había asegurado bajo las reglas establecidas, violentadas para que el europeo pudiera superarlo.
Canto, por su lado, en 1988, fue descalificado de manera por demás cuestionable en los Juegos Olímpicos de Seúl, cuando se encaminaba a ganar de nuevo los 20 kilómetros de la marcha.
El golpe fue durísimo, espantoso para el deporte mexicano y particularmente para el gran marchista, que terminó desplomándose en los brazos del también excelso, pero periodista, Fernando Schwartz, tras ser eliminado de esa tan abrupta e injusta forma.
Que en Paz Descanse un señor e inolvidable atleta, Don Ernesto Canto Gudiño. Lo recordaremos con emoción y agradecimiento por su enorme esfuerzo para México, por cierto, muy mal correspondido.