Calaverita dedicada a Rommel Pacheco Marrufo
Por los mares de la vida nadaba Rommel sereno,
un clavadista imparable, un yucateco pleno.
La huesuda lo miraba con ojos de admiración,
y pensó: “A este campeón, ¡le daré otra misión!”
Llegó a la Conade un día, la parca sin invitación,
encontró a la Guevara corriendo de toda acusación.
“Rommel, toma el timón y buscará eliminar la corrupción,
pues el deporte es de México, y no del montón.”
Pacheco, con gran coraje, a su cargo arribó,
la Catrina le guiñaba, y él el esqueleto sacudió.
“Que a todos nos dé orgullo”, decía sin vacilar,
pues su misión en la tierra aún le falta completar.