Mérida.- El señor de las cuatro décadas podría haber sito también un buen título para esta remembranza.
Pero sea cual fuere esa referencia, el propósito es el mismo: conmemorar, o, mejor dicho, celebrar el advenimiento, hoy, hace ya 30 años, de quien se convertiría en el máximo referente del deporte que más ha dado a México en su historia: el boxeo.
Hay aún, quienes discrepan, con todo derecho, respecto a quién ha sido el mejor boxeador mexicano: Unos dicen que Rubén Olivares, otros, que Ricardo López, otros, Juan Manuel Márquez, Erik Morales, o Miguel Canto, algunos más, Salvador Sánchez, o Julio César Chávez.
En ello, es imposible llegar a un acuerdo y a una verdad indiscutible, por diversos factores de apreciación, calidad de rivales enfrentados, capacidades técnicas, físicas, determinación, valor, etc.
Pero en lo que no puede caber duda alguna es que el más grande, el que más ha revolucionado e impactado este deporte en México es Julio César Chávez González.
El sonorense, con su récord, sus títulos, sus triunfos, pero sobre todo la manera en la que los consiguió, contra quienes los logró y las circunstancias en las que alcanzó esos emblemas y sus triunfos, encarna la esencia, la idiosincrasia del mexicano.
Con carácter, frontal, yendo contra la corriente, con bravura, vergüenza, hue…lga decir qué más, Julio César logró identificarse con más de 100 millones de sus conacionales y generó la admiración de miles de millones en todo el mundo.
Y todo ello inició en una fecha como la de hoy, en 1984, cuando enfrentó al, para entonces favorito, Mario “Azabache” Martínez, quien subió como el más conocido, del que se sabía más, pese al 43-0-0 del nacido en Sonora, y radicado en Sinaloa.
Fue en un día como hoy, en aquellos ya no vigentes lunes de gran boxeo en Los Ángeles en aquella ya inexistente, pero icónica, legendaria Arena del Olympic Auditorium, donde se abría la puerta a la parte importante de la más legendaria de las carreras del boxeo mexicano.