Mérida.- Si ustedes creen que la sucedida el día 30 pasado en Xmatkuil fue la peor bronca en la historia del boxeo yucateco, están equivocado.
Tampoco lo fue la protagonizada por el ex campeón mundial Gilberto Keb y el ex réferi Freddy Ríos hace ya casi dos años.
Menos aún le atina si supone que esa fue la del 3 de febrero de 2007, tras el fallo de la pelea entre Eduardo “Soldado” Herrera y José “Barretas” Pinzón en la Cámara de Comercio.
Esa trifulca de tintes incluso dramáticos, con estampida y pisoteados incluidos, aconteció en un día como hoy de hace 50 años en la Plaza de Toros Mérida.
Quizás fue un presagio de lo que unos ocho años después ocurriría allá en un mitin político, donde al salirse de control, el lío dejó 48 muertos y 71 heridos.
Esa noche, una acertada, pero infortunada decisión del Dr. Don Miguel Castro Sandoval, forzó la detención de una pelea que Vicente Pool iba ganando holgadamente al dominicano Pablito Jiménez…y desató también un pandemonium.
El carisma y la idolatría exacerbada, mal compendida y peor aún asumida, generada por Pool en el aficionado yucateco, causó un lío de dimensiones no vistas antes y tampoco repetidas cinco decenios después.
Los diarios de aquél entonces, el ya extinto Novedades de Yucatán y el Diario de Yucatán dieron cuenta de lo sucedido en esa noche en la que hubo otro hecho histórico.
El entonces novatito de facciones asiáticas, de diminuta estatura, Gustavo “Guty” Espadas, venció a Héctor Mendieta, para adueñarse de la corona estatal de peso mosca, la primera que tuvo, previo a su etapa como el máximo ponchador de las divisiones chicas en todo el mundo en la década de los 70´s.
Luego de esa pelea, ante un lleno, que, según las reseñas, desafío las bajas temperaturas de esa fecha, vino el choque estelar.
Pool, el deportista más querido de Yucatán para entonces, quizás junto con el también púgil “Black Bill” y el pelotero progreseño Zacarías Auais, comenzó ganando la pelea fácilmente, al derribar al caribeño en tres ocasiones en los dos primeros episodios.
Jiménez, quien no pudo recuperarse del todo en la primera mitad del pleito pactado en peso mosca a 10 episodios, se “sacó la lotería”, al cortar a Pool en el sexto episodio a la altura de la ceja derecha.
A partir de ahí, inteligentemente, no desperdició golpes y concentró su castigo en la laceración del yucateco, quien sangraba abundantemente.
La herida no era aparatosa de inicio, pero se fue abriendo, hasta cobrar dimensiones preocupantes.
Así las cosas, tras el final del octavo round, el médico de ring, Don Miguel Castro Sandoval subió a la tarima y pese a su gran amistad con el mánager de Pool, Jesús “Choláin” Rivero, le dijo que iba a suspender la pelea.
El Dr. Castro (quepd) dio aviso, como debe de ser, al comisionado en turno (no al réferi), Mario Martínez Campos, quien a su vez hizo lo propio con el icónico réferi, Don Ramón Berumen.
De acuerdo con el también médico de ring, y articulista del Diario de Yucatán, Jesús E. Cuevas López, la herida, por la bronca generalizada en la Plaza Mérida, no pudo ser atendida en su enfermería.
Por ello, Pool debió ser llevado a una clínica (no precisada en la reseña) y atendido hasta alrededor de las 02:00 A.M. del domingo 9 de diciembre de 1973.
Según el colaborador del citado periódico, se trató de una herida de cuatro centímetros de extensión, profunda, debajo de la ceja derecha y quen ponía en serio riesgo la viabilidad pugilística del megaídolo, casi “santo” yucateco.
A finales de la década de los 90´s del siglo pasado, este periodista, tuvo el gusto de encontrarse en el centro comercial Plaza Fiesta con el Dr. Castro Sandoval.
Al preguntarle sobre el asunto, él nos dijo palabras más, palabras menos: “Lo lamenté mucho, porque como todos los yucatecos quería que Pool ganase, pero antes que nada soy humano y médico y no podía permitir que Vicente siguiera peleando.
“Choláin” se molestó conmigo, y mucho, pero él si bien era un sabio en muchas cosas, no podía saber más que yo de Medicina, ni yo podía por un fanatismo, llevar a cuestas en mi conciencia la desgracia que por siempre Poolito iba a tener.
“Vicente tenía una herida muy grande, pero el problema más que el tamaño, era donde estaba. Se trataba del músculo suspensor, elevador del párpado, que ya casi pendía de un cartílago.
“Todavía le faltaban seis minutos a la pelea y si bien Poolito iba ganando claramente la pelea, con un solo golpe se le podía desprender el párpado y quedar sobre su ojo, sin la posibilidad de subir y bajar.
“El muchacho iba a quedar ´chop´ (término maya para describir el ojo tapado) por siempre y yo era el responsable de impedir que esa desgracia sucediera”, nos relató el siempre bien recordado, simpático, honesto y muy humano Doctor Castro Sandoval (quepd).
De regreso a la “Zacapela”, tan pronto el Sr. Martínez Campos (quepd) ordenó al “Bello” Berumen detener el pleito y levantarle la mano al dominicano, el “Zafarrancho” inició.
Según el Dr. Cuevas López, “al suspenderse la pelea, “surgió el pandemonium”.
“Primero tiraron arena (del ruedo) al ring, luego, pidras pequeñas, después, mayores; posteriormente, botellas que iban girando en el aire; lanzaban destellos lumínicos, para estrellarse en el ring y saltar en fragmentos.
“La gente huía, el pasillo de salida se había congestionado; padres de familia que habían ido con sus hijos trataban de escapar, protegiéndolos con el cuerpo.
“Otras personas utilizaban las sillas plegadizas sobre la cabeza para evitar ser descalabradas por algún proyectil que buscaba víctimas inocentes; todos corrían.
“Al llegar al callejón para escapar del peligro, un anciano, un anciano cayó al suelo, dos personas se pusieron adelante para evitar que lo pisaran, mientras otro lo ayudaba a levantarse, pero al salir del callejón, nuevos proyectiles eran tirados desde las gradas.
“¿Qué perseguían los irresponsables que los lanzaban?, ¿herir impunemente a inermes espectadores?.
“La bronca continuaba; al agotarse probablemente los proyectiles y al haber escapado corriendo los blancos humanos, la lluvia de botellas y piedras cesó”, agregó el relato del Dr. Cuevas López (quepd).
Otros relatos que han prevalecido en el tiempo y que han llegado a nuestro conocimiento a través de distintas personas, en distintas épocas, agregan lo siguiente:
Que las pedradas y botellazos duraron por minutos, incluso, hacia la parte exterior de la Plaza Mérida, cayendo sobre la Avenida Reforma, apenas a unos pasos, sí, a unos pasos, de donde entonces estaba la Policía de Mérida (a unos 200 metros).
Sucede que en plena zacapela, un loco tiró un sillón sobre las cuerdas (quién sabe de dónde salió un sillón) que cayó sobre sus bases en el ring.
Allá, el idiota en cuestión subió al ring y sin decir agua va, solo por haber declarado perdedor a Pool, le soltó una sonora bofetada al pobre réferi, que cayó sentado sobre el sillón, muy “groggy”….y sin que nadie le contase los 10 segundos, o al menos los ocho de protección.
De todo esto, hoy, hace 50 años.