Las Vegas.- La vida es una concatenación de sucesos de distintos olores, colores y, también, de sabores, dulces, extasiantes…y amargos.
Es una paradoja también y eso nos lo demostró hace 15 años como hoy, el 7 de mayo de 2007, cuando, pleno, con gloria, mucho dinero (creemos que aún lo conservaba) y futuro, Diego “Chico” Corrales se topó de frente con la muerte, que ni le avisó para llevárselo.
Quizás, antes de estrellarse en su moto con la parte trasera de un auto y salir disparado decenas de metros, evocaba en su mente su noche de consagración, justamente dos años antes, el 7 de mayo de 2005 en una de las peleas más sensacionales, dramáticas y por ello maravillosas de la historia del boxeo, ante José Luis Castillo.
DOS VECES A LA LONA Y DE AHÍ, A LO IMPENSABLE
Esa noche, despedazado, hecho un guiñapo, una piltrafa, sobre la lona a la que Castillo lo envió en dos ocasiones en la arena del Hotel Mandalay Bay, el intrépido oriundo de Carolina del Sur tuvo los arrestos para levantarse a lo que era un 99.9 por ciento seguro regreso al tapiz.
Pero ese .1 por ciento en el que solo él creía, y la mano de Dios, le hicieron ponerse de pie para lograr uno de los regresos más increíbles de la historia de la fistiana y, quizás, el más recordado en la historia de los pesos ligeros.
Con los ojos cerrados, tumefactos, sangrando y el cansancio de nueve rounds y lo que iba del décimo, Corrales, con algo de maña (escupió dos veces el protector), echó lo último que le quedaba, para prender al mexicano y cortarle el ataque.
“Chico” tomó un poco de aire y aceptó el intercambio con el de la provincia de Sonora, que en una de esas se “comió” un gancho de izquierda suyo, que lo dejó listo para una retahíla de golpes que forzaron al réferi Tony Weeks a detener las acciones.
“MUNDO AL REVÉS” Y VUELO HACIA LA FATALIDAD
Al manifestarse “el mundo al revés” sobre la tarima del hotel que está, virtualmente, a la entrada de la “Capital Mundial de las Apuestas”, una amalgama de sensaciones fluyó en ese auditorio cambiando el ritmo cardíaco en todos los presentes y, quizás detonando la hipertensión en algunos.
Esa sensación de salir del infierno, para entrar a la gloria, de escuchar en dos ocasiones la cuenta de protección y ver vencido a quien lo tuvo dos veces “de nalgas” en la lona, quizás hacía eco en la mente del gran boxeador, cuando no pudo frenar a tiempo su motocicleta y salió volando hacia los brazos de la muerte en una autopista de esa ciudad.
Cayó al pavimento entre 30 y 40 metros de su colisión con un vehículo, y, por si fuera poco, otro más lo impactó. Sucedió alrededor de las 19:30 horas locales.
Los testigos de lo sucedido llamaron a las autoridades, mientras el boxeador yacía en muy mal estado, con alcohol en sus venas tres veces por encima de lo legalmente permitido en Nevada.
Su motocicleta, una Suzuki GSXR 1000 quedó arrumbada y, como su dueño, fue llevada a un sitio, para no volver a casa.
Corrales, posiblemente ya muerto desde el golpe, fue declarado como tal al llegar al hospital, a donde dos años antes no llegó por azares del destino.
TODO UN FUTURO Y UNA INFINITA RESPONSABILIDAD
El muchacho, hijo de colombiano y mexicana, tenía solo 29 años, una esposa, cinco hijos y una más en camino.
Dicen por ahí que si quieres hacer reir a Dios, solo tienes que contarle tus planes. “Chico” Corrales aún tenía muchos y no sabemos si se los compartió al señor.
Murió, como vivió, desafiando a su buen fario, yendo más allá de la temeridad.