Mérida.- Un año ya sin el “Maravilloso” Hagler.
El tremendo boxeador, perteneciente al más alto linaje boxístico que pueda existir, de porte amenazante, agresivo, pero que en su vida social era un caballero y un tipo afable, murió hace un año como hoy.
Entre sorpresa y misterio, su muerte nunca plena y precisamente aclarada, dejó al mundo del boxeo sin uno de los quizás 25 mejores púgiles de la historia y uno de los tres mejores que su división haya tenido.
Su familia defendió siempre la tesis de que fue una “muerte natural” a los 66 años, negando tajantemente presunciones de que efectos de la vacuna contra la COVID-19 le hubieran afectado, como sugirió un poco oportuno, aunque no mal intencionado post en redes sociales de su archirival, pero a final de cuentas amigo, Tommy Hearns, cuando aún no había fallecido, en el que pedía por él.
Murió el sábado 13 de marzo de 2021 en New Hampshire y vivía en la comunidad de Bartlett, aunque nació en Newark, New Jersey, en el seno de una familia disfuncional (algo casi obligado en el boxeo) el 23 de mayo de 1954.
Hizo 12 defensas exitosas del título en la década de 1980, 11 por nócaut, junto con una decisión unánime en 1983 sobre Roberto Durán, quien fue el único que le terminó de pie.
Su personalidad, su “percha”, con la cabeza siempre afeitada, piel obscura, mirada penetrante y físico hercúleo rubricaba su “yo” boxístico: Entregaba lo que “vendía”.
De solo verlo, atemorizaba, sobre todo a los que lo enfrentaban, pero a quienes lo veían debajo de la tarima, terminaba conquistándolos.
Fue un “catalizador” del boxeo, sobre todo en la primera mitad de la década de los 80´s del siglo pasado, cuando formó parte del cuarteto que tuvo el papel protagónico del boxeo en esa época, al que siguió poco después la consolidación de Julio César Chávez y la irrupción de Mike Tyson.
Él, junto con Durán, Hearns y Ray Leonard cargaron sobre sus hombros en esos cinco, siete años la responsabilidad histórica del boxeo con una serie de combates entre ellos en los que intercambiaron triunfos y derrotas en pleitos épicos, de altísimo nivel y de emociones interestelares como el suyo con Hearns, bien bautizado como “La Guerra”.
El nócaut de Hagler sobre Thomas Hearns a los 2 minutos y 1 segundo del tercer asalto de su defensa del título en Las Vegas en abril de 1985, fue, creemos, la más intensa de todas las combinaciones de ese cuarteto.
Hagler, con la cara ensangrentada, luego de un duro inicio por el peligro, longitud y velocidad de brazos (eran como unos látigos con un martillo en el extremo) de Hearns, le halló “la cuadratura al círculo” y lo “prendió” en la cabeza para mandarlo desmadejado a la lona, de donde aquél no logró levantarse en sus “5”, para que el réferi, Richard Steele detuviese las acciones.
Fue, no la confirmación, sino la ratificación de Hagler como una primerísima figura del boxeo de su tiempo y su boleto de entrada como un ícono de cualquier era.
Poco tiempo después le llegó el combate que cerraría la pinza del cuarteto, con Ray Leonard en abril de 1987 en la ciudad de Las Vegas.
Ante un Leonard, que regresaba de una larga inactividad y con él aún en su momento, Hagler terminó por cerrada decisión una pelea que parecía haber ganado y que incluso dejó un tufo de “tongo”.
Hagler se retiró, inesperada y lamentablemente, después en medio de un desacuerdo sobre los términos de una revancha con Leonard.
“¿Para qué quieres quedarte después de todo tu arduo trabajo y dejar que alguien tenga suerte y destruya tu récord?”, le dijo a la revista The Ring en 2014.
Su vida después del boxeo pasó en bajo perfil con una incursión en actividades ajenas a ese deporte que le dio fama, dinero e inmortalidad en la mente del mundo.