Mérida.- El boxeo perdió a una estrella de su promoción hace 20 años como hoy en la persona del empresario Juan Carlos Lectuore, cuya muerte cerró el más destacado capítulo en la historia de la fistiana argentina.
Titular, aunque no dueño de la gran arena Luna Park, Lectoure encabezó, desde el escritorio de la oficina que ocupaba en la manzana de Corrientes y Bouchard, una saga empresarial inédita y sin igual, hasta ahora en el boxeo de esa nación, donde, empero, ha tenido dignos sucesores en la promoción.
La muerte lo sorprendió a los 65 años, cuando convalecía de una cirugía en el corazón, en una época en la que ya estaba desvinculado del boxeo, años atrás y en la que el gran local porteño (la arena boxística más histórica de América Latina) no subía sus cortinas para la fistiana.
Afortunadamente, aunque no con la misma intensidad, el pugilismo volvió a esa arena, que en la década de los 70´s y 80´s tuvo sus mejores épocas gracias a la gestión de Lectoure.
En ese lapso, destacaron y se convirtieron en campeones mundiales y leyendas gente como Víctor Galíndez, Nicolino Loche y, el más grande de todos: Carlos Monzón.
Monzón fue quizás la única estrella latinoamericana que no requirió de pelear seguidamente en Estados Unidos para hacerse un nombre; y si bien peleó en el extranjero, en muchas ocasiones en Europa, se hizo leyenda peleando en casa: en el Luna Park.
Pero, además, llevando el lábaro argentino por todo el mundo, hizo “sonreir” a su sol en distintos países, triunfando, defendiendo y ganando campeonatos, como sucedió en Noruega, Italia, Dinamarca, Sudáfrica, Japón, Corea, México y los propios Estados Unidos.
Allá, en Estados Unidos, participó en dos hitos y fue protagonista de uno:
2.- En 1979, encabezó uno de los episodios más dignos en un deporte caracterizado por todo lo contrario, al dejar tirada la pelea estrella en la que originalmente Galíndez iba a pelear por el mismo campeonato semicompleto con Mike Rossman en Las Vegas.
Con miles de personas en la arena, compromisos por cientos de miles de dólares con televisión, con el hotel Cesar´s Palace, casinos, se negó a que Galíndez subiera al ring, luego de que le “cambiaran” la jugada pactada al asumir la Comisión de Nevada, a fuerzas, la rectoría de la pelea, desplazando a la AMB en una pelea en la que un título suyo estaba en juego.
Ello implicó que los jueces designados originalmente por la AMB fueran desplazados por jueces de Nevada, paisanos de Rosman, quien tendría que interpretarse, tendría simpatías en caso de que el pleito llegase a la decisión.
Con Galíndez enfilado hacia el ring, “soltándose”, Lectoure se negó a subir al ring y prefirieron irse, no importando truenos y rayos de los estadounidenses, amenazas y descortesías, como hacerle pagar en ese mismo momento, el hospedaje no cobrado inicialmente a toda la delegación argentina.
Todos se fueron de ahí al aeropuerto, de regreso a Buenos Aires, de donde regresaron a Estados Unidos, poco después, para que Galíndez le diera una tunda a Rosman y lo noquease en Nueva Orleans.
Además de Loche, Monzón, Galíndez, Lectoure condujo los destinos de otras estrellas, con perfiles quizás un poco más discretos, pero que fueron deportivamente igual de destacados, como Santos Laciar y Sergio Víctor Palma.
Poco después, le fue perdiendo amor al boxeo, hasta que lo dejó y lo desplazó de su máxima sede en Argentina y Sudamérica, para presentar espectáculos de otra índole.
Ya en la tercera edad, murió el 2 de marzo de 2002 (hay quienes señalan que sucedió el día 1), cuando tenía 65 años; una edad ya algo avanzada, pero que tampoco lo hacía un anciano.
Sus restos fueron velados en el Luna Park, donde otras leyendas, como Óscar “Ringo” Bonavena recibieron también el adiós de los aficionados al boxeo en ese país.