Mérida.- De todos los acontecimientos icónicos suscitados en la Argentina moderna, muy pocos han estado más allá de sus paredes y marquesinas; bueno, hasta por la inmunización contra la COVID-19 recibió a miles y miles de personas.
Quizás faltó el velorio de Diego Maradona, el de Ricardo Ceratti y el de Eva Perón; sin embargo, la vida de todos ellos tuvo momentos esplendorosos en el gran “galerón” de las calles de Bouchard, Madero, Lavalle y la emblemática avenida Corrientes.
Diego celebró allá su matrimonio, Ceratti se ratificó en su escenario como la máxima figura del rock y el pop argentino y latinoamericano y “Evita”, cuando aún era María Eva Duarte, conoció allá a Juan Domingo, con quien habría de mimetizarse.
El Luna Park, predio histórico, patrimonio nacional de Argentina y, debería decirse, del boxeo mundial, cumple este domingo 90 años de haber iniciado operaciones en esa manzana porteña (término con el que se identifica a lo relativo de la ciudad de Buenos Aires).
Años antes, bajo esa denominación, venida de Europa, asociada a parques de diversiones, operó en diversos lugares, el primero un sitio de la calle Córdoba llamado Rivera, en el año 1910.
Su precursor, un inmigrante italiano llamado Domingo Pace, trasladó el parque de diversiones al número 1065 de la Avenida Corrientes en 1912 y, luego, al número inmediato 1066, donde permaneció por años, con espectáculos teatrales y, luego, con la divisa que lo haría mundialmente famoso: el boxeo.
El primer evento boxístico tuvo lugar en 1923, cuando Pace retransmitió detalles radiales de la pelea de Luis Ángel Firpo con Jack Dempsey, lo que no lo hizo millonario, pero si le generó una enorme pila de billetes y le mostró la senda a seguir.
Daniel Perícoli y José Esperanza habrían sido los primeros en sostener un combate de boxeo bajo esa denominación, en ese local (1066), aunque otras versiones refieren que Migue Ferrera “Firpito” y Graciano Salaverry (perdió por nócaut en el primer round) fueron los primeros el 13 de abril de 1924.
Pero quiso el destino que no llegase a ver el que sería el predio definitivo del proyecto que trajo en mente desde Italia, pues la muerte se lo impidió en 1925 a los 55 años.
Su hijo, Ismael y un amigo de éste, José Lectoure, recibieron un terreno en compensación, tras el desalojo, unos cientos de metros hacia la zona que es conocida como “El Bajo” (en las inmediaciones de el Río de la Plata), donde habrían de construir la principal arena de espectáculos de ese país y la más icónica arena de boxeo de Latinoamérica.
La mancuerna Lectoure-Pace presentó, durante 18 años una serie de eventos y espectáculos que fueron consolidando a su propiedad como el enclave más importante de ese tipo en la gran capital y en toda Argentina.
Cuando Lectoure murió en 1950, su esposa, Ernestina Devecchi entró al quite e inicialmente, lo hizo junto a Pace, pero seis años más tarde, este murió en un accidente automovilístico, en el que también casi pereció el mánager de Pascual Pérez, Lázaro Koci, y lo sucedió su mujer, Sofía.
La viuda de Pace se fue apartando y, finalmente, cedió parte de sus acciones a Ernestina, quien a su vez sumó a Juan Manuel Morales como programador y a uno de los sobrinos de Pepe: Juan Carlos “Tito” Lectoure.
Como en aquel entonces las sociedades individuales no eran permitidas en ese país, Ernestina le regaló el cinco por ciento a “Tito”, su socio natural, con quien tendría lazos muy, muy estrechos con el paso del tiempo.
Ella conservó el 95 por ciento restante. “Tito” tenía el carisma, la simpatía y era una figura reconocida en el mundo del boxeo. De bajo perfil, Ernestina fue quien llevó las riendas del lugar y lo hizo crecer más allá del universo deportivo.
Y aunque la ya consolidada sala de espectáculos no era un sitio exclusivo de boxeo, sí tuvo en este deporte su carta natural de presentación, siendo su sobrino Lectoure, la cara visible en su conducción y su proyección hacia las más altas esferas mundiales.
Con sus entonces cerca de 20 mil asientos (ahora son poco más de 11 mil), el Luna Park fue recibiendo a estrellas desde José María “Mono” Gatica, pasando por Pascual Pérez, Nicolino Loche, hasta el más grande de todos: Carlos Monzón.
Para quien esto escribe, el Luna Park es la arena de boxeo más importante del mundo del boxeo en habla hispana superando al gimnasio Nuevo Panamá (Roberto Durán) y a la Arena México y a la Coliseo de la Ciudad de México, por el hecho de no solo haber presentado sobre su cuadrilátero a las principales estrellas de su país, sino por hacerlo en sus principales desafíos.
Ya en la década de los 80´s, Lectoure poco a poco fue perdiendo el interés por el boxeo, hasta que en los 90´s dejó de presentarlo, y así fue prácticamente hasta su repentina muerte en marzo de 2002, coincidiendo con el aniversario 70 de la arena.
Hoy día, protegido desde 2007 por un decreto que lo nombró Patrimonio Nacional, el Luna Park sigue presentando eventos deportivos en su interior, donde lo que predominan son los espectáculos musicales.
Todos ellos, avalados por una agrupación religiosa a la que la señora Devecchi se le heredó el local tras su muerte en 2013, a la avanzada edad de 95 años.
La existencia del sitio parece estar garantizada por muchos años más, al menos hasta el cumplimiento de su primer centenario en el que se habrán acumulado recuerdos, anécdotas y hazañas del deporte y boxeo argentino que quizás no habrían ocurrido en su propio país de no contar con una arena como el Luna Park.