Por Juan Carlos Gutiérrez Castillo.
Dicen que los perfumes buenos vienen en envases pequeños. En el boxeo pasa lo mismo, pero en este caso, en vez de fragancia que alegra el olfato, del ring y de un diminuto guerrero maya emanaron emociones que perduran a perpetuidad.
Hoy, a 45 años del aún capítulo más emocionante, sensacional del boxeo yucateco, que solo habría cabido en la mente de Alfred Hitchcock, península deportiva recuerda y rinde un homenaje al más sensacional deportista que esta entidad haya tenido.
Reconocido por su fortaleza, gran pegada, pero sobre todo por su pundonor y valor, este héroe tiene un sitio en el corazón de su pueblo y en la historia del deporte que más glorias haya dado a su estado y a México: Gustavo Hernán Espadas Cruz, mejor dicho, “Guty” Espadas.
Nacido el 20 de diciembre de 1954 en Mérida, hijo de Hernán Espadas y de Isabel Cruz, Gustavo “Guty” Espadas siguió desde niño el camino que prácticamente todas las estrellas del boxeo han caminado para llegar a la gloria: ganarse el respeto en las calles.
Sin ser un pendenciero, pero sí alguien que desde niño se hizo respetar, “Guty” halló en las calles de la Colonia Quintero y del centro de Mérida, sin saberlo, la senda que algunos años después lo llevaría a ser el más terrorífico pegador de los pesos moscas en todo el mundo en la década de los 70´s.
Retoño de un trabajador dedicado a la carpintería y al aluminio, el joven Gustavo “Guty” Espadas creció entre la escuela, los juegos y el trabajo en una niñez con carencias materiales, pero con amor familiar y felicidad.
Poco a poco, su circunstancial proclividad al pleito callejero fueron templando su carácter y, sin darse cuenta, le fue agarrando “cariño” a los golpes hasta que un día Don Hernán decidió llevarlo a un gimnasio.
Así, el joven Espadas se encontró en el camino con un aspirante a boxeador, que nunca pudo subir al ring como tal, pero que habría de convertirse en un gran manejador de boxeadores a nivel internacional: Edilberto “Beto” Rivero Segovia.
Fue con “Beto”, con quien “Guty” decidió quedarse y así, gradualmente, fue aprendiendo los secretos elementales del boxeo en el gimnasio de boxeo de la Casa del Pueblo, de donde los dos salieron un día en una bicicleta verde, “Beto” conduciéndola y su “alumno” parado en los “diablitos” de la rueda trasera.
A cuadra y media de allá, en plena calle 65 por 50 y 52 del Centro Histórico de Mérida, un entonces joven, pero “abusado” abogado, Eric Germon González los vio venir y enterado de que se dedicaban al boxeo, hizo plática con ellos y los presentó a su patrón, el entusiasta empresario y consumado aficionado y practicante de béisbol, pero ya seducido por el boxeo, William Abraham Dáguer.
Fue en ese momento, a inicios de la década de los 70´s en el que el destino “firmó” el contrato más productivo en la historia del deporte de Yucatán al unir a manejador y boxeador con el mecenas más grande que haya dado el Mayab.
Don William, quien ya tenía cierto conocimiento del jovencito, comenzó a interesarse en él, decidió asumir el control de su carrera y comenzó a apoyarlo y a promover funciones, primero pequeñas en las que Gustavo “Guty” Espadas inició su avance, sin sospechar lo que vendría después.
Su primera cita importante fue el 8 de diciembre de 1973 en la Plaza de Toros Mérida, donde en una dura pelea, se impuso por la vía de la decisión unánime en 12 rounds a Héctor Mendieta, para convertirse en campeón mosca de Yucatán en su pelea 22 y mantener su invicto.
Ya habiendo dado el primer paso, el equipo Abraham-Espadas comenzó a abrirse camino en el concierto nacional, aceptando enfrentar a gente como el ponchador jalisciense Roberto Álvarez el mismo que tumbó y tuvo virtualmente noqueado de pie a Miguel Canto, así como al ex campeón olímpico de México 68, Ricardo Delgado. Al primero lo dejó oliendo cloroformo y al segundo lo derrotó por puntos.
Y VINO EL PRIMER COMPROMISO INTERNACIONAL
Esa noche, enfrentó al colmilludo y gran boxeador dominicano Pablito Jiménez, el mismo que dio más de un dolor de cabeza a Miguel Canto y que noqueó a Vicente Pool en la que ha sido la bronca más grande en la historia del boxeo en Yucatán.
El dominicano no fue campeón mundial, porque no quiso y porque desde muy joven batalló con el vicio del alcohol que unos 20 años después cobró su vida.
Luego de esa primera derrota, “Guty” salió por vez primera del “gallinero” y se fue a Acapulco, Guerrero, para enfrentar al clasificado mundial Alberto “Costeñito” Morales en el pleito semifinal de la gran velada en la que José Ángel “Mantequilla” Nápoles venció de manera discutida a Armando “Mando” Muñiz.
Espadas ofreció un gran pleito y fue cuando la afición mexicana y mundial pudieron conocerlo y escuchar halagos hacia su persona de parte del gran cronista Jorge “Sonny” Alarcón que lo describió como “Chiquito, pero picoso como el Chile Habanero de Yucatán”.
“Guty” perdió por decisión esa pelea, pero ganó al darse a conocer como un boxeador capaz y competitivo ante un clasificado mundial.
Regresó a Mérida, pero no triste por su segunda derrota consecutiva, sino consciente de que podía competir a nivel internacional y sumó dos victorias antes de que fuera anunciado su pleito a 10 rounds con el campeón mundial Alfonso López a quien su apoderado, el sr. Abraham Dáguer le traería al patio de su casa, pero…
En un entrenamiento, mientras hacía guantes sobre el ring del recientemente inaugurado gimnasio San Francisco de Asís, una viga de madera que sostenía las láminas del techo, se desprendió y cayó justo sobre la cabeza de Espadas que se derrumbó como muerto sobre la tarima.
De ahí fue levantado por su compañero de gimnasio “Kid Copetes”, quien junto con “Beto” Rivero lo llevó a un hospital, de donde “Guty” salió sin problema, luego de recuperar el sentido y no serle diagnosticada anomalía alguna.
Finalmente, esa pelea no se dio en ese momento, y eso fue bueno para el yucateco que no mostró al campeón en un pleito, sin título de por medio, de lo que estaba hecho.
En tanto, fue enviado por vez primera al extranjero, a Los Ángeles para enfrentar, en otro respaldo importante (Carlos Zárate-Rodolfo Martínez), al larguirucho moreno de Las Vegas, Willie Jensen.
El estilo rápido de manos, de largo alcance del afroamericano, le complicó las cosas al yucateco que estuvo a punto de perder en el primer round al ser enviado a la lona víctima de un uppercut, luego de que él tuvo al borde del tapiz en dos ocasiones al campeón de Estados Unidos.
La pelea transcurrió en un toma y daca entre el chaparrito peninsular y el “patas de grillo” estadounidense, hasta que los jueces decretaron el empate al cabo de los 10 asaltos.
POR FIN
Dos peleas más y llegaría la noche gloriosa del 2 de octubre de 1976 cuando López, confiado por no haber percibido cosas fuera de la común en Espadas, aceptó darle la oportunidad en la Sports Arena de Los Ángeles, donde salió como amplio favorito sobre el peninsular que no era visto como una amenaza real para su invicto de 25 peleas.
Así las cosas, sonó la campana y desde el principio, López marcó diferencia con su boxeo técnico, elusivo y rápido ante un retador que tardaba en encontrarle la cuadratura al círculo.
Solo que mientras eso pasaba, el pleito llegó a su mitad con el campeón llevando ventaja y con el control de la pelea en las manos.
La cara del retador después del séptimo asalto evidenciaba el castigo al que había sido sometido y la misión parecía irse al fracaso.
Incluso, la leyenda mexicana de la esquina, Arturo “Cuyo” Hernández, que esa noche tuvo a dos boxeadores en esa función (Rafael “Bazooka” Limón y Lupe Pintor) y que se había sumado al equipo yucateco, dejó el ring al considerar que poco se podía hacer.
ROUND 12
López, que si bien iba ganando el pleito estaba ya lastimado y ya no se desplazaba con la misma velocidad por el golpeo al cuerpo del yucateco, tendría su “waterloo” en ese episodio al ser víctima de una finta de derecha “Guty“, quien luego le soltó un gancho corto con ese mismo “marro” que le estalló en el maxilar izquierdo, cayendo desmantelado.
Valiente, pero ya herido de muerte, el panameño venció el conteo del réferi y ex púgil estadounidense, Rudy Jordan, antes de caer una vez más en ese round, que no fue el último, como ocurre en la actualidad, toda vez que en esa época los campeonatos mundiales se peleaban a 15 asaltos.
ROUND 13
Hambriento, Espadas casi fue amarrado en su esquina en el minuto de descanso, tras lo cual la abandonó como león para ir en pos, ya no de lo que quedaba de López, sino de su corona.
Poco más de 2:50 minutos después, lo derribaba por quinta vez, tercera en ese capítulo 13, para, acorde las reglas de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) que sancionaba el duelo, ganar el pleito y el cetro.
LAS DOS MITADES Y EL CAMPEONATO TOTAL, EN YUCATÁN
Así, Yucatán ganaba el campeonato mundial en su totalidad, toda vez que otro de sus hijos, Miguel Canto, ya lo era, pero en la versión del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) (en esa época eran los únicos organismos rectores).
Canto, que en esos momentos estaba en Venezuela para hacer la quinta defensa de su corona ante Betulio González, logró vencer una vez más al “Botellita” en su propia casa y retuvo el “bicampeonato” para Yucatán.
Ambos, Gustavo “Guty” Espadas y Canto, coincidieron días después en su llegada al aeropuerto de Mérida, de donde salieron cargados en brazos hasta su estacionamiento en algo que nunca más ha sido visto en la capital yucateca.
Espadas hizo cinco exposiciones, cuatro exitosas, del título ante Jiro Takada (Tokio), Alfonso López (Mérida), Alejandro Santana (Los Ángeles), Kimio Furezawa (Japón) y Betulio González, en Caracas, donde dejó la corona al caer por cerrada decisión dividida en casa de su enemigo.
Todavía disputó en dos ocasiones el título mundial de los moscas, pero terminó cayendo por nócaut en Corea en 1979 y Tailandia en 1984 ante los monarcas locales Chan Hee Park y Payao Poontarat, respectivamente.
Ambos lo vencieron, por cierto, luego de probar la dinamita de Gustavo “Guty” Espadas, quien los puso en la lona, aunque desafortunadamente no le alcanzó para volver a sentarse en el trono.
Espadas, hoy día, ya en la tercera edad, vive tranquilo, en plenitud, como una leyenda mundial de los pesos moscas, en una colonia popular de Mérida.