Mérida.- Al iniciar esta noche la Serie Mundial en Cleveland, la “Maldición de la Cabra” pululará en las habladurías de los aficionados que asistan o vean el primer juego del clásico otoñal, pero nadie, o casi nadie, a excepción de Bill Buckner y quizás Mookie Wilson, recordará el error más famoso en la historia del béisbol del que hoy, justo hoy, se cumplen 30 años.
Para quienes no lo vivieron o lo conocen de “oídas”, aquí les contamos lo que ocurrió en el ya desaparecido Shea Stadium:
Era el sábado 25 de octubre de 1986, y se jugaba en el viejo estadio (ya desaparecido) de Queens, el sexto juego de la Serie Mundial en la que los Medias Rojas de Boston iban arriba tres juegos a dos y solo necesitaban un triunfo más para consagrarse campeones, pero ello iba a tener que suceder en casa de los Mets de Nueva York.
Boston tomó una rápida ventaja de 2-0 apoyado en incogibles de Darrel Evans y Marty Barrett. Los Mets empataron en la quinta entrada con un sencillo de Ray Knight y un batazo para doble play de Danny Heep (en su último turno al bate como met).
La salida del “cohete” generó problemas en el dugout, luego de que trascendió que se le formó una ampolla en un dedo, aunque el propio lanzador y su mánager arrojaron versiones discordantes tiempo después.
Clemens, por su lado, le dijo a Bob Costas en la MLB Network que su mánager lo sacó del juego pese a que él aún quería lanzar, pero el piloto le dijo al mismo presentador que el estelar lanzador le “rogó” que lo mandase a las regaderas.
Así, McNamara sacó a su lanzador estelar (que aún iba en ascenso, junto con Bruce Hurst) y llamó al cerrador Calvin Schiraldi para cerrar la octava para un potencial trabajo de dos entradas que les diera el triunfo y el título que por decenios se les había negado a los Medias Rojas.
El emergente Lee Mazzilli (por el relevista Jesse Orosco) inició el ataque con un sencillo y Lenny Dykstra entonces alcanzó base luego de que un intento de toque se convirtiera en hit.
Wally Backman avanzó a los corredores ahora sí con un sacrificio que los puso en posición de anotar y Schiraldi caminó intencionalmente al inicialista met Keith Hernández para llenar las bases y dejar venir al peligroso bateador Gary Carter.
Schiraldi tuvo en tres bolas sin strike y el alguna vez expo de Montreal elevó al izquierdo para mandar a Mazzilli a la registradora en pisa y corre para empatar el juego.
Con Dyskstra ahora en tercera, Darryl Strawberry tuvo la oportunidad de poner adelante a los Mets, pero terminó elevando para el tercer out del octavo acto.
Los Mets hicieron un doble cambio al iniciar la novena tanda con Mazzilli tomando el jardín derecho patrullado hasta la octava por Strawberry y Rick Aguilera subiendo al montículo en vez de Orosco para enfrentar a Jim Rice, Darrel Evans y Rich Gedman.
Después de ponchar a Rice, Aguilera vio como su parador corto Kevin Elster se mantequilló con una rola de Evans, quien así se estacionó en la inicial, aunque salió del problema cuando Gedman roleteó a Backman, quien jugando con el shortstop y Keith Hernández, conjuró la amenaza con un doble play.
Schiraldi siguió lanzando por los Medias Rojas volvió al montículo desde donde caminó a Ray Knight, quien llegó a segunda con un toque de Mookie Wilson que el cátcher Gedman no pudo convertir en out con un tiro a segunda y que permitió al bateador llegar a primera en bola ocupada.
Sin outs y con dos en base, llegó Howard Johnson, en sustitución de Elster, pero se ponchó y Mazzilli y Dykstra fueron dominados por Schiraldi, mandando el juego a extrainnings.
Al iniciar el décimo acto, Dave Henderson pescó el segundo lanzamiento de Aguilera para mandar la pelota fuera del parque y poner a los Medias Rojas a un paso de la corona y después de que Spike Owen se ponchó, Mcnamara ratificó su confianza en Schiraldi al mandarlo a batear, anticipando así que repetiría en el cierre de ese décimo capítulo.
Tras poncharse Schiraldi, Aguilera permitió un doble de Wade Boggs, quien anotó cuando Barret lo mandó a home con un sencillo que le permitió llegar a segunda aprovechando el tiro a home.
Con Barret en segunda, Bill Buckner fue golpeado dando paso al gran bateador Jim Rice que al elevar dejó en dos la ventaja que su equipo había alcanzado en ese décimo acto y que parecía garantizarle el campeonato del mundo.
Mcnamara, en lo que pareció una decisión arriesgada, dejó a Schiraldi, quien normalmente solo tiraba dos innings, además de que había estado sobretrabajado y contaba con compañeros que podían terminar la labor.
Además, dejó a Bill Buckner, que había evidenciado problemas en los tobillos y que ese día se había ido de 5-0, en vez de sustituirlo por Dave Stapleton como había sucedido normalmente cuando los juegos se prolongaban como sucedió ese sábado 25 de octubre.
McNamara dijo después que él sentía que Buckner, por su jerarquía y trabajo en esa temporada merecía estar en el campo cuando se coronasen.
Schiraldi vino al décimo acto, valiente, a enfrentar al segundo, tercero y cuarto bateadores de los Mets y retiró a Backman y a Hernández con elevados al izquierdo y central, dejando lista la champaña en el clubhouse de los Medias Rojas para celebrar su primer título en 68 años.
De hecho, la pantalla del Shea Stadium tácitamente ya reconocía la derrota de sus Mets al emitir felicitaciones anticipadas a los Medias Rojas y el propio Keith Hernández se fue al club house a desvestirse sintiendo que ya no tenían nada que hacer.
Empero, Carter mandó un sencillo al izquierdo y con los movimientos que había hecho, Aguilera seguía al bat, pero en un movimiento obvio, el mánager Davey Johnson, quien ya se estaba quedando sin jugadores por todos los movimientos que había hecho, mandó a batear a Kevin Mitchell al que sacó del club house, donde aquel estaba reservando un boleto de avión a casa esa misma noche pensando que ya todo estaba escrito.
A pesar de la sorpresa y de la prisa, Mitchell respondió con otro sencillo, dándole paso a Knight que se llegó a ir a la cuenta de 0-2 poniendo a los visitantes a un solo strike del título. Sin embargo, largó otro sencillo haciendo anotar a Carter, a Mitchell legar a tercera y poniendo a los Mets a una sola rayita de igualar la pizarra.
Fue todo para Schiraldi y McNamara trajo a Bob Stanley a encarar a Mookie Wilson con la carrera del empate a 90 pies de home. Stanley, que había dominado dos de tres veces en esa serie a Wilson lo llevó a la cuenta de 2-2 luego de siete lanzamientos. De nuevo los de Boston estaban a un solo strike de la corona.
Y LO INCREÍBLE SE VOLVÍA CREÍBLE
Pero al siguiente lanzamiento, Stanley perdió el control de la pelota que quedó adentro y casi golpeó a Wilson que al caer alentó a Mitchell a anotar al ver que al cátcher Gedman se le fue la bola, y así fue, para empatar el juego, mientras que Knight se fue ya a segunda quedando en posición de anotar.
Durante el turno de Wilson, Barret le pidió repetidamente a Stanley revirar a segunda para pescar fuera del cojín a Knight, quien se separaba mucho, pero por la escandalera de todo el estadio y su concentración en el bateador no lo oyó.
Así, en la décima pitcheada, Wilson pescó la bola y sacó una rolita inofensiva que obligó al primera base Bill Buckner a moverse de su posición habitual, hasta la línea de fair ball, donde al tratar de capturar la esférica, ésta se le escapó inexplicable y vale la pena decirlo, ridículamente entre las piernas, para internarse en el prado derecho y permitir a Knight correr de segunda a home con la carrera del gane desatando la locura en el Shea Stadium y la incredulidad de todo el mundo al que ni un par de pellizcos hubieran vuelto a la realidad.
Así, los Mets ganaron el partido 6-5 y empataron la serie a tres juegos con el triunfo yendo para Aguilera y la derrota para Schiraldi, responsable de lo hecho por Mitchell y Knight.
el recientemente retirado en este 2016 narrador Vic Scully narró la jugada así: La carrera del gane está en la segunda base con dos outs, Wilson en cuenta de 3 y 2. Una rolita viene hacia la primera…por detrás de la base y atraviesa a Bill Buckner y aquí viene Knight y los Mets han ganado.
Scully, entonces no habló durante más de tres minutos, permitiendo a las imágenes y a la multitud contar la historia que él así resumió:
“Si una imagen vale mil palabras, entonces ustedes han visto (no leído) un millón de palabras, pero aún más que eso, ustedes han visto un final absolutamente raro del sexto juego de esta serie mundial de 1986. Los Mets no solo están vivos, están bien y jugarán mañana contra los Medias Rojas el séptimo juego.
El séptimo juego, ya es sabido, fue ganado un día después, en domingo, por los Metropolitanos que así desataron la locura en la “Gran Manzana” neoyorquina que beisbolísticamente hablando era “mordida” normalmente solo por sus vecinos del Bronx, los Yanquis.
Años después Bill Buckner, asumiendo su responsabilidad, dijo que el guante que usaba era uno flojo en su revestimiento y que por ello le resultaba cómodo, aunque en esta ocasión, por ello mismo, se le cerró un instante antes, lo cual le impidió coger la pelota y consumar el out que hubiera prolongado el juego.
Hoy día, Bill Buckner es un próspero empresario inmobiliario de Idaho, luego de que rechazó seguir en el béisbol como coach de los Medias Rojas con los que se retiró en 1990.
¿La causa?: No lo dejaban en paz preguntándole siempre por el error que significó mil veces más que su ilustre carrera en la que incluso llegó a ser campeón de bateo con los Cachorros de Chicago de los que quizás se llevó consigo a los Medias Rojas algo de la “Maldición de la Cabra” que lo alcanzó en ese 1986 y que hoy, su ex equipo, intentará comenzar a eliminar.
Moraleja de Bill Buckner:
“El sueño es que vas a tener una gran serie y ganarla. Las pesadillas, a su vez, te llevan a ser quien permite que la carrera del gane atraviese tus piernas en un rodado. Esas cosas suceden, lo sabes. Creo que mucho ello tiene que ver con el destino”.