A 20 años de la muerte de Eduardo Amer
Mérida.- Don Eduardo Amer González acudió hace exactamente 20 años, a estas horas, a su cita en en el ring eterno, del que ya no volvería a bajarse.
Llamado ese domingo 21 de agosto, por el réferi supremo, Dios, el más grande e influyente conocedor y especialista de boxeo que haya existido en Yucatán se despojó de sus ataduras terrenales, para ponerse la indumentaria con la que habría de reseñar, narrar y entrevistar en el más allá a quienes en vida física no pudo.
Joe Louis, Sandy Sadler, Tony Zale, Rocky Marciano, Willie Pep, Jack Dempsey, Gerge Lewis “Tex” Rickard, Nathaniel Stanley Fleischer, algunos a quienes conoció o vio pelear, ya estaban en su misma dimensión, pero ahora asequibles, en el mismo nivel en el que Dios nos sitúa a todos después de su juicio final.
Así, ya no se resistirían a su micrófono; ya no existía el pretexto del tiempo.
En esa misma dimensión ya lo esperaban otros con los que convivió en la vida terrenal y que ya aguardaban por él en ese más allá al que se unió ese domingo a los 75 años edad, un número certero que terminaba en cinco o cero, cifras que le gustaban.
Entre ellos estaban el prolífico mánager, Edilberto “Beto” Rivero, el mítico empresario y mecenas, William Abraham Dáguer que habían tomado meses atrás esa senda en aquél, para el boxeo yucateco, infausto 2005, que todavía en diciembre se llevaría a Guadalupe “Lupe” Madera.

¿Los reconoce?: Juan Herrera con orejeras y, sí, claro el singular y folclórico Edilberto “Beto” Rivero, tipo calca del personaje rudo, chapucero, pero obrero perpetuo y edificante del boxeo.

William Abraham con tres de sus cuatro campeones mundiales. Desde la izquierda, Freddy Castillo, el sr. Abraham, Juan Herrera y Guadalupe “Lupe” Madera, fue condiscípulo de Eduardo Amer en la primaria y sería el eje con cuyas promociones, el gran periodista reseñaría la historia del boxeo yucateco.
Península Deportiva celebra la vida de Eduardo Amer a 20 años de su muerte
Península Deportiva, proyecto derivado de manera indirecta por lo mucho que este buen hombre hizo durante 59 años de ejercicio periodístico, lo recuerda con una amalgama de sentimientos:
Nostalgia, cariño, admiración y agradecimiento.
Don Eduardo, nacido en 1929 en esta ciudad y descendiente de puertorriqueños, comenzó su andar por el boxeo, desde muy pequeño.

Con sus hijos Eduardo, Niza, Leyla y Julio César, quien seguiría sus pasos y llegaría a ser uno de los grandes periodistas de boxeo en México y uno de los estadísticos más precisos de la fistiana en el orbe entero.
En una ocasión, siendo un adolescente se perdió en la ciudad de Nueva York por comprar un ejemplar de The Ring (la Biblia de Boxeo).
Afortunadamente pudo hallar a las personas que lo llevaron hasta esa ciudad, en escala a Boston, donde habría de estudiar, aunque lo que más leería en el resto de su vida terrenal sería sobre boxeo.
En el verano de 1946, ya de vuelta al terruño, a los 15 años, comenzó a colaborar en el primer diario deportivo que existió en México y en el mundo: “La Afición”.
Allá publicaba, vía telefónica y epistolar (cartas), notas y artículos que firmaba como AMBECO que resumían las iniciales suyas y de otros dos amigos con los que asistía al boxeo, uno de ellos de apellido Beltrán.
Allá conoció a otro genio, nos parece el más grande que ha existido en el periodismo boxístico en México, Víctor Cota León, quien trabajó decenios en ese diario, hasta su cierre en 2000.
A través de Cota, Amer conocería en marzo de 1957 en la Ciudad de México, a un paisano suyo, quien también haría historia como periodista y que sería el mexicano con el mayor conocimiento del boxeo desde cualquier ángulo: Rafael Mendoza Realpozo (quepd).
Recordando el triunvirato épico de Eduardo Amer a 20 años de su muerte
Los tres todos peninsulares, Cota León de Baja California Sur y Amer y Mendoza de Yucatán, formarían un triunvirato épico en el periodismo pugilístico en este país.
Todos ellos, a través de sus siempre bien documentadas plumas y pasión, educarían a miles o millones de aficionados de este país y de otros, por decenios.
Añeja amistad que redundó en cosas grandes
Don Eduardo comenzó a hacerse un nombre en la fanaticada yucateca y mexicana por sus notas en La Afición y en el Diario Novedades de Yucatán, fundado en 1965 por un antiguo condiscípulo y amigo suyo, el visionario empresario Andrés García Lavín (quepd).
Tras cerca de cinco años de publicar en el ya extinto Novedades de Yucatán (2000), Don Eduardo recibió la encomienda de parte de García Lavín, de hacerse cargo de un programa televisivo que, ¿quién lo diría?, habría de ser el de mayor duración, no sólo de Yucatán, sino del deporte mexicano y el más antiguo de boxeo en el mundo entero…sí, ¡¡EN EL MUNDO ENTERO!!
Garcia Lavín, hombre astuto, inteligente, que veía más lejos que el promedio de la gente, conocía el potencial de Amer y en una época en la que el boxeo recuperaba auge en Yucatán le dio su confianza y vaya que acertó.
Fueron 35 años con cuatro días, los que “Cita en el Ring” duró en el aire, lapso en el que entrevistó a lo más granado del boxeo yucateco, nacional y mundial.

El sr. Amer con su compañero de 35 años en “Cita en el Ring”, Luis Pacheco.
Idioma “Ameriano”
Con sus entrevistas, sus recapitulaciones boxísticas creó una escuela y hasta una especie de “idioma boxístico” que a continuación traemos a colación:
“División de los Paquidermos”: Peso Completo.
“Megaterios”: Peso Completo.
“Pequeña Guerra Mundial en Calzones Cortos”: Una gran pelea.
“Liliputienses”: Pelea de divisiones chicas (mosca o minimosca).
“Corrillos Boxísticos”: El de boca en boca.
Hoy a 20 años de su partida, recordamos con cariño al gran historiador y al maestro que, junto con otras personas, desde distintos perfiles, nos inoculó el dulce virus del boxeo, que no nos deja sin respirar, pero sí nos detiene el corazón por momentos.
Que Siga Descansando en Paz, o transmitiendo en la frecuencia celestial.
Definitivo , excelente programa de cita en el ring. Yo conocí a la de don Eduardo amer alzina. Y julio , su hijo gran amigo personal. Así como al hijo Eduardo el médico. Saludos afectuosos a todos ellos.