San Francisco — El ex león de Yucatán, Orlando Cepeda, temible bateador puertorriqueño ungido al Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstwon, luego de una muy brillante carrera en la que se sobrepuso a varias lesiones en las rodillas y que purgó una condena en la cárcel por narcotráfico tras su retiro, murió a la avanzada edad de 86 años, apenas días después de su ex contemporáneo y ex compañero, Willie Mays.
Los Gigantes de San Francisco, equipo en el que ambos jugaron, y la familia del ex pelotero anunciaron su fallecimiento esta noche de viernes del 28 de junio.
Fue guardado un minuto de silencio y desplegada una esquela en la pizarra del Oracle Park a la mitad del juego entre los Gigantes y los Dodgers de Los Ángeles.
“Nuestro amado Orlando ha fallecido en paz esta noche en su casa, escuchando su música favorita y rodeado por sus seres queridos”, expresó su esposa Nydia en un comunicado emitido por el club. “Nos consuela que él está en paz”.
Cepeda acostumbró a estar presente en los juegos de locales de los Gigantes durante la temporada de 2017, hasta que lidió con algunos problemas de salud. Fue hospitalizado en el área de la Bahía de San Francisco en febrero de 2018, tras un infarto cardíaco.
Uno de los primeros puertorriqueños que brillaron en las Grandes Ligas, Cepeda fue el primer bateador designado en la historia de los Medias Rojas de Boston.
El mismo boricua atribuyó a esa estadía su llegada al Salón de la Fama en 1999, elegido por el Comité de Veteranos que decidió que merecía estar en Cooperstown.
Su llegada causó cierta controversia, porque fue perdonado por un crimen comprobado de narcotráfico, por el que fue recluido en la cárcel, a diferencia del más grande hitero de la historia, Pete Rosa a quien aún se le impide el acceso por una falta evidentemente mucho menor al apostar en favor de su equipo.
Cepeda fue Novato del Año de la Liga Nacional en 1958 con los Gigantes y el Jugador Más Valioso del mismo circuito en 1967 con los Cardenales de San Luis, en ambos casos de manera unánime.
Desempeñándose como primera base y jardinero, el gran pelotero de Puerto Rico fue seleccionado para siete Juegos de Estrellas.
Apodado “Peruchín”, “Baby Bull” o “Cha-Cha”, Cepeda firmó con los Gigantes de Nueva York y, a lo largo de una trayectoria de 17 temporadas, acumuló un promedio de .297 con 379 jonrones y mil 365 carreras impulsadas en dos mil 124 partidos.
Su debut en las mayores fue en el año de 1958, justo en la temporada en la que los Gigantes decidieron hacer su mudanza, hasta ahora definitiva, de Nueva York a San Francisco.
Bateó un jonrón en su segundo turno al bate, en un equipo en el que estuvo rodeado por otras tres figuras legendarias, Willie Mays, Willie McCovey y el dominicano Juan Marichal.
En una entrevista con The Associated Press en 2017, Cepeda evocó su participación en el Juego de Estrellas de 1961 en el Fenway Park de Boston, tocándole ser el cuarto bate, por detrás de Mays y por delante de su compatriota Roberto Clemente, otros dos miembros del Salón de la Fama.
“Un privilegio como pocos. Todavía no puedo creerlo”, dijo.
Mays falleció hace exactamente 10 días.
“¡Hombre, otro golpe muy duro”, dijo el manager actual de los Gigantes, Bob Melvin, quien creció en el área de la Bahía de San Francisco, como fanático del equipo. “Otra increíble personalidad, muy amada aquí, con una estatua frente al parque”
En 1966 y tras una cirugía en la rodilla derecha, los Gigantes decidieron canjear a Cepeda a San Luis a cambio del lanzador Ray Sadecki. Se trató de una de las transacciones más criticadas en la historia de San Francisco, pero los Cardenales encontraron al primera base con el que uno año después conquistaron el campeonato de la Serie Mundial.
Orlando Manuel Cepeda Pennes nació un 17 de septiembre de 1937 en Ponce, ciudad en el sur de Puerto Rico. Su padre, Pedro, fue considerado como uno de los mejores beisbolistas de la isla entre mediados de los 20 y los 40, pero nunca jugó en Estados Unidos por la prohibición que se tenía contra los peloteros de raza negra en las Grandes Ligas.
En su campaña de novato, Cepeda conectó 25 jonrones y bateó para .312. Fue el inicio de una carrera en la que tuvo nueve temporadas con promedio por encima de .300 y otras ocho de 25 o más jonrones.
Nueve años después, se convirtió en el primer ganador unánime del Premio al Jugador Más Valioso de la Nacional desde Carl Hubbell en 1936, luego de batear para .325 y liderar la liga con 111 impulsadas.
Sus Cardenales se coronaron en el Clásico de Otoño tras vencer a los Medias Rojas de Boston en siete juegos.
Los Cardenales le canjearon a Atlanta en 1969 a cambio del receptor y primera base Joe Torre y jugó con los Bravos hasta 1972, cuando una lesión en la rodilla izquierda sufrida el año previo precipitó su salida en un canje con los Atléticos de Oakland.
Cuando se temía que su carrera estaba acabada, Cepeda encontró una nueva oportunidad cuando la Liga Americana introdujo el bateador designado y firmó con los Medias Rojas.
“Boston me llamó y me preguntó que si estaba interesado en ser el bateador designado. Y dije que sí”, recordó Cepeda. “Ser bateador designado me llevó al Salón de la Fama, Esa regla me puso en el Salón de la Fama”, dijo en su momento.
Pudo actuar en 142 juegos, ninguno en defensa, y bateó para .289 con 20 jonrones y 86 impulsadas en 1973, llevándose el primer premio al Designado del Año. Su última temporada fue con los Reales de Kansas City en 1974.
Le tocaría hacer otra resurrección tras el retiro.
Al año siguiente de retirarse, Cepeda fue detenido en el Aeropuerto internacional de San Juan, Luis Muñoz Marín, acusado de tratar de recoger un cargamento de marihuana. Fue sentenciado a cinco años de cárcel, pero solo purgó 10 meses.
El incidente le afectó en las votaciones al Salón de la Fama entre los miembros de la Asociación de Cronistas de Béisbol. Enderezó su vida con la religión budista y sus tareas como embajador humanitario de los Gigantes.
Su ingreso a Cooperstown finalmente llegó un cuarto de siglo después de su último turno al bate, al ser elegido por el Comité de Veteranos. Fue el segundo puertorriqueño en ingresar, siguiendo los pasos de Clemente.
Tras su paso con los Medias Rojas, Cepeda hizo una breve e intrascendente carrera en el béisbol de México con los Leones de Yucatán, con los que decepcionó, pese a saberse que sus mejores días habían pasado.
Roberto Alomar, Édgar Martínez e Iván Rodríguez se sumaron en años posteriores al grupo de boricuas inmortales, y Cepeda se mostró emocionado con las estrellas actuales procedentes de la isla, como Carlos Correa y Francisco Lindor.