Mérida.- Placiditooo, Placiditoooo, oía entre risas el niño, casi púber, José Plácido Domingo Embil, en la terraza del Hotel Colonial de Mérida, a unos jovencitos adolescentes, que le repetían la frase y el tono burlesco con el que su señora madre, Josefa “Pepita” Embil, lo llamaba.
Eran los inicios de la década de los 50´s del Siglo XX y desde el muro de un internado escolar adyacente a ese aún existente hotel, los traviesos jovencitos le daban lata (ahora diríase bullying) al hijo de la entonces afamada cantante de zarzuela, quien hizo varias presentaciones en Mérida.
Con sus pantalones cortos, no tan cortos (estilo “chabelo”), color crema, bien vestido, peinado, con su ropa perfectamente planchada, el jovencito madrileño veía enojado a los estudiantes que no dejaban de “joderlo” por su apariencia de niño bueno, bien portado, educado, con un estilo diferente al de ellos que si bien tenía familia, vivían lejos de ella.
Entre ellos, había uno que no gritaba tanto, pero que era de los que idearon el grito y reía, viendo a sus compañeritos, no mayores de 15 años, cómo enojaban a quien sería el astro mundial del canto.
“Nos la pasábamos haciendo travesuras, viendo a quién dábamos lata y ese día le tocó a Plácido Domingo; quién nos diría lo que llegaría a ser”, comentó en su momento Mendoza Realpozo, quien hoy cumple cinco años de haber fallecido.
Estudiante en aquél entonces en ese internado en pleno centro de Mérida, donde había nacido el 21 de abril de 1937, Mendoza había sido enviado desde Dzitbalché, Campeche, donde creció con sus padres, ambos docentes rurales, y tres hermanos.
Con el tiempo, se fue a estudiar a la Ciudad de México y vivía, con sus padres y hermanos, en un departamento sencillo del rumbo de la Lagunilla, a unos metros de un sitio que conoció como pocos y en el que trabajó como concertador de peleas de boxeo: La Arena Coliseo.
Si bien terminó la carrera de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mendoza se doctoró en la “Dulce Ciencia” del boxeo.
Para llegar a ese deporte y ser parte importante del mismo, abrazó el oficio, que nunca llegó a ser profesión, del periodismo, que le abrió las puertas del boxeo.
Recibió la confianza de escribir en diversas revistas, donde alternó con otro “adicto” al boxeo, y quien siempre se habría de mantener en el boxeo como periodista: Víctor Cota León.
Ambos se iban “de pinta” o “pudz escuela” (como se dice en Yucatán), para ver entrenamientos de los mejores boxeadores de la época, aprendiendo estilos, relacionándose, dándose a conocer en el medio.
Y, así con el tiempo, si bien sus caminos no se bifurcaron, Mendoza se incorporó al boxeo negocio. Fue matchmaker (concertador de peleas) de la Arena México.
Trabajando como reportero de boxeo del Diario Esto, entonces propiedad del ex militar y coronel Revolucionario, José García Valseca, recibió la encomienda de acompañarlo a un viaje a Nueva York, por motivos de salud.
Mendoza, quien hablaba inglés, que aprendió por sí solo, sin docencia de por medio, permaneció tres años en la “capital del mundo”, siendo corresponsal del Esto, trabajando, entre otros con Ed Schuyler, quien como él llegaría al Salón de la Fama del Boxeo Internacional.
Pero no solo conoció a “Fast Eddie”, como aquél periodista fue conocido, sino a alguien que fue determinante en su carrera: Dewey Fragetta, el primer agente de púgiles en la historia del boxeo.
Mientras reportaba lo ocurrido en El Madison Square Garden, en los distintos gimnasios neoyorquinos y en plazas cercanas como Syracuse y Filadelfia, Mendoza trabajó como segundo de Fragetta, quien le enseñó los secretos de la representación boxística, antes de morir, algunos años después, en 1977.
Ya con experiencia, conocimiento y relacionado con todo el mundo del boxeo en todos los continentes, regresó a México, para convertirse en el ejecutivo más prominente y destacado de los próximos 40 años.
Su “carnet” de boxeadores a los que dirigió o con los que tuvo que ver incluye a Rubén Olivares, a quien programó en los inicios de su carrera, a Ricardo Arredondo.
Asimismo, a Miguel Canto, Yoko Gushiken, Pedro Flores, Alexis Argüello, Hugo Soto, Santiago Méndez, Romeo Anaya, Rodolfo Martínez, Pipino Cuevas, Humberto “Chiquita” González, Óscar de la Hoya, Daniel Zaragoza, Gilberto Román, Víctor Manuel Rabanales, Óscar “Chololo” Larios, entre decenas, o quizás cientos de otros y el que sería, a la postre, el más famoso y taquillero de todos: Saúl “Canelo” Álvarez.
Inducido en el Salón de la Fama de Canastota el 14 de junio de 2015, Mendoza alcanzó todo lo alcanzable, en lo que fue su gran pasión.
En agosto de 2017, comenzó a tener malestares que comenzó a tratarse, hasta que a inicios de 2018 le fue diagnosticado lo que inicialmente le fue descartado: cáncer pulmonar.
Murió a las 05:00 horas del jueves 8 de marzo de 2018 en el Hospital Privado San Francisco de Asís, en Guadalajara, donde residió por más de 30 años.
Hoy, le rendimos este sencillo, pero merecido homenaje a un lustro de haber abandonado este plano existencia e irse a armar grandes peleas y funciones en la arena celestial.