Mérida.- Lo sucedido ayer al trascender y confirmarse el evidente intento de trampa de los Diablos Rojos del México contra los Leones de Yucatán no es algo nuevo en las confrontaciones entre ambos clubes en play offs.
Es algo que tiene ya antecedentes, antecedentes ajenos a las actuales directivas de estos equipos y que se remontan a decenios atrás.
Y en esta película, si bien los Diablos han sido los principales villanos, no han sido los únicos “malos”.
Corría el año de 1991, y como ayer, la “bomba” también estalló en el parque Kukulcán.
Era el tercer juego del primer play off de ese año y los pingos llegaban a Mérida con ventaja de 2-0 tras haber, en los hechos, jugado con los Leones (que entonces solo lo eran de nombre) en el extinto y añorado parque del Instituto Mexicano del Seguro Social.
El ambiente estaba caldeado, pues las sospechas reiteradas sobre una chafa de Nelson Barrera sobre el uso de un bat “timbrado” (lleno de corcho) para darle más poder al “leño” salieron ya al ámbito de la discusión de ese duelo.
Fernando Villaescusa (otro bien recordado), mánager de los Leones, tras la paliza (en el score y a palos) de los Diablos en el parque del Seguro Social en los dos primeros juegos en los que Barrera se cansó de alejar la pelota, fue franco, como buen norteño que era.
El “Capitán Coraje” no solo insinuó, sino que señaló abiertamente a Nelson Barrera como sospechoso de usar ese bat prohibido, lo que calentó los ánimos entre ambas partes.
En respuesta, el señor mánager, Don Benjamín “Canenea” Reyes Chávez solo río lacónica e irónicamente espetándole a su contraparte su novatez como manejador y dando a entender que no sabía perder.
Fueron las últimas declaraciones que el sr. Reyes hacía fuera de la Ciudad de México y se las dio a este servidor tuyo, querido lector. Pocos meses después, moriría, víctima de cáncer.
Era “vox populli” que el gran carmelita usaba bats “timbrados”, pero nunca fue “vox veritas” que en los hechos lo hiciera. Nadie se lo comprobó, así que solo fueron rumores.
El problema llegó al grado de que los Diablos retaron a Villaescusa y a los Leones a abrir el bat de Barrera (el que decían que era su bat), con la salvedad de que, en caso de horadarlo y no hallar anomalía alguna en su interior, los melenudos tendrían que pagar una fuerte multa.
Y como a la empresa dueña del equipo de aquél entonces (una firma cervecera) le importaba un comino el béisbol y sí el dinero, y vender sus cervezas en el Kukulcán, dejaron el asunto ahí.
La sonrisa socarrona de Nelson Barrera blandiendo sus macanas ante la lente de Ramón Celis Perera (o Don Isidro Ávila Villacis) del Diario de Yucatán, insinuando que no lo pudieron “cachar”, fue el remate a ese capítulo.
Ese mismo duelo de play off, hubo un detalle especial, en el que quien esto escribe tuvo un papel indirecto, involuntario, pero lamentablemente protagónico (el periodista no debe ser protagonista de sus historias).
Sucede que en el vuelo de regreso de la Ciudad de México, a donde fui comisionado a cubrir los dos primeros partidos por un extinto diario local, una persona del cuerpo técnico, que aún vive, me confió que alguien les ofreció un estímulo económico en caso de eliminar a los pingos.
Este reportero, aún novato en aquél entonces, no lo sabía, pero esa era una práctica prohibida por la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), sancionada incluso con la desafiliación del club responsable.
Y, así, reservando la identidad de quien lo dijo, escribí la nota, pero al editor (quien corrige y autoriza la publicación), que sí sabía de la gravedad de esta revelación, no se le ocurrió preguntarme y ponerme al tanto de la importancia de la información que venía sin el nombre de la fuente, pero con la certeza de que sí era una con eventual conocimiento de causa.
Y, así, la publicó…y el pandemonium se desató:
Antes del inicio de ese tercer juego, otro bien recordado, el sr. Don Felipe “Abuelo” Ceballos Fuentes me llamó a la “leonera” (una especie de palco subterráneo para la directiva de los Leones) en el backstop (detrás del cátcher), donde me esperaban, ni más ni menos que otros dos, como él, caballeros.
Se trataba de Don Jorge Carlos “Manito” Menéndez Torre (Vicepresidente de los Leones de Yucatán) y Don Roberto Mansur Galán (Presidente y dueño de los Diablos al que recuerdo y reconozco como una persona educadísima y el mejor directivo de béisbol que haya conocido) a quienes solía preguntar y que ahora, tomaron mi papel.
Ambos, incluido, me parece, Don Pedro Treto Cisneros (Presidente de la LMB) me lanzaron, por varios minutos, una agresiva batería de preguntas, queriendo forzarme a revelar mi fuente y aunque no fue fácil por la fortísísima, aunque respetuosa presión que sobre este reportero ejercieron, no cedí.
Unos dos o tres años después, un ya para entonces ex integrante de ese equipo de los Leones, de origen tabasqueño, señaló que sí, en efecto, hubo esa oferta….¡¡¡Solo Dios sabe si fue algo cierto!!.
Al final de cuentas, un día después, el entonces novato lanzador de los luciferes, Leobardo Moreno, completó la limpia en cuatro juegos sobre los Leones que en aquél entonces no tenían, ni los colmillos, ni la determinación de la empresa que los conducía, a diferencia de hoy día.